No, no se puede arrastrar el prestigio de la Semana Santa zamorana por los rastrojos a los que algunos parecen haberlo arrojado. No se puede hacer una guerra, que nada tiene de santa, por el asunto de las bandas y de las subvenciones. No se puede arrojar el guante de forma desafiante a ninguna institución, la gobierne quien la gobierne. En tiempos de crisis la austeridad se impone. Y de la Semana de Pasión de Zamora siempre se ha destacado su austeridad y su religiosidad. No es tiempo para la pompa y el boato que gusta a tantos, precisamente aquellos que se pierden en y por la suntuosidad con el dinero que dan los demás.

Tómese nota de la acción del capellán de la Real Cofradía del Santo Entierro. No creo que Francisco Díez nade en la abundancia, sin embargo ha puesto su salario a disposición de la contratación de bandas para el próximo Viernes Santo. Una lección que todos deberíamos aprender. No ha hecho una colecta entre los fieles de su parroquia como sí se ha hecho desde alguna asociación. El padre Paco se ha rascado directamente el bolsillo que es lo que, a título privado, deberían hacer los que de esa manera quieran colaborar. Que cada quien patrocine en la medida de sus posibilidades y siempre que lo estime oportuno, pero sin imposiciones, sin cartas desde las que intentar tocar la fibra semanasantera y zamorana.

El tema de las bandas en la Semana Santa de Zamora exige una solución que pasa por lo que apuntan infinidad de zamoranos y semanasanteros. Que cada cofradía forme su propia banda o bandas, como algunas de ellas tienen sus propios coros. Entre tantos hermanos y cofrades, los habrá con dotes musicales para, aprender si no se sabe, y si se sabe tocar, ensayar a lo largo de todo un año y así estar listos cuando la voz del pregonero anuncie que es llegada la hora de entregarse a la sacra colectiva representación de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Todo, menos el lamentable espectáculo que se está dando y que trasciende allende de nuestras lindes provinciales, en detrimento de la justa y merecida fama de nuestra Semana Santa que unos pocos tratan de emponzoñar. Los mismos que, a buen seguro, hoy me van a crucificar. Claro que más le hicieron a Cristo y perdonó. Ni cartas amenazadoras que dejan en mal lugar al remitente, ni epístolas petitorias que nada van a solucionar. No se puede organizar un fiestón, inversión incluida, y luego exigir, que no pedir humildemente como corresponde, que las instituciones se mojen y paguen lo que a lo mejor tampoco tienen.

No es normal lo que está pasando. No se puede apuntar de forma amenazante con el índice acusador, no se puede linchar a nadie, ni tratar de eludir responsabilidades a fuerza de hacer recaer, no sé bien qué, en el prójimo. Lo digo y escribo con total y absoluto respeto y también con total y absoluta firmeza y convencimiento, ni es el modo ni son las formas. Y, a veces, las formas pierden a los que, como en este caso, no tienen razón y lejos de hablar en nombre de todos, lo hacen en el de ellos mismos, sus intereses y circunstancias.