Con la cultura, ese conjunto de vivencias y manifestaciones que muestran la identidad de una sociedad o pueblo, sucede que, próximo y aun dentro del mismo contexto territorial, se expresa con la personalidad propia de la idiosincrasia de los habitantes de un barrio o un pueblo determinado y se originan peculiaridades en su evolución. Así, se producen manifestaciones locales que resultan insólitas para otras colectividades próximas. Ese es el caso de la Bendita Dominica del Pan y del Vino de Milles, que, gracias a Dios, aun se conserva.

Yo, que soy benaventano, nacido en el Pasaje del Progreso, en una casa que no existe y limitaba con la Farmacia de Gay, y, sin embargo, me siento profundamente ligado al pueblo de mi padre, a la casa de mi bisabuelo Vito, en Arcos, donde la fuerza de mis ancestros me reclama tanto como Benavente, y a Milles, donde pasé muchos veranos completos y todos los san Miguel de mi niñez; desde ese sentimiento de pertenencia, he acudido, con mis mayores, a las fiestas y peculiaridades de los tres lugares. Así, he vivido desde correr la naranja por san Antón en las Eras, en Benavente, pasando por san Isidro en Arcos, hasta santa Bárbara en Milles, cuando se celebraba en su verdadero día. Y he conocido y vivido tradiciones que se perdían en la noche de los tiempos, en la Edad Media, aunque algunas han sido, penosamente, olvidadas. Diré que he visto como lo asombroso, lo insólito, lo extrañamente peculiar que para los lugareños es algo natural y ordinario por repetido, se hace sorprendente para los foráneos; en ese extremo se celebra, desde tiempo inmemorial, el cuarto Domingo de Cuaresma en Milles.

Sin duda, todo empezó en la dureza de aquellos tiempos del medioevo, cuando, ante las necesidades sociales, se hizo necesario el compromiso y, en plano de asociación cristiana, el agrupamiento de esfuerzos y ayudas para el bien común y poder cumplir las obras de misericordia, fundándose en Milles, «La Santa Hermandad de la Virgen de la Piedad» como Cofradía de Ánimas, con fecha de estatutos en tiempos del rey D. Felipe V, en el año 1715. Aunque, supuestamente, funcionaria como tal desde mucho antes de lo que se intuye como una renovada legalización corporativa. Lo explica muy bien y muy claro D. Juan Antonio Vega Casado, en su libro de investigación «Cofradías Gremiales de Benavente» y sabemos que, por estos pagos y mucho antes, Alfonso IX, celebró Cortes donde participaron representantes corporativos.

Pues bien, volviendo a la tradición de Milles, diremos que en esta Dominica Laetare, que toma su nombre por las primeras palabras del introito de la Misa, «Laetare Jerusalen», que cambia el color morado de la casulla por el rosa, que se ponen flores en el altar, que se usa el órgano y que, en definitiva, representa una relativa relajación en la disciplina del ayuno y la abstinencia cuaresmales, en este tiempo litúrgico, la Cofradía de Ánimas de Milles, a la que pertenecen mis hijos y algún nieto, siguiendo un rito inmemorial, reparte para cada cofrade, una bolla de pan blanco y un cuartillo de vino, previamente bendecidos y consigue, de esta manera, unir a todos los cofrades con el pan y el vino santificados en una comida de afectuosos lazos fraternos.

Durante mis años de alejamiento, por razones laborales que han durado hasta los 68 abriles, he añorado este gesto de hermandad compartido con los míos. Este año, si Dios quiere, estaré con mis hermanos de Milles, aunque yo no sea cofrade, y me sentaré en familia y no tomaré otro pan ni otro vino que el que recibamos de la Hermandad de la Virgen de la Piedad en la bendita dominica del Pan y del Vino de Milles de la Polvorosa.