La escasez de lluvia nos ha traído el invierno más crítico en incendios forestales y urbanos de todos los tiempos. La falta de agua ha convertido los campos en un infierno de maleza y un polvorín para creación y expansión de las llamas. Nuestros pueblos están habitados en su mayor parte por personas mayores imposibilitados para subir a las alturas viendo impotentes cómo el negro e incendiario hollín de plásticos y grasas se adueña de las chimeneas esperando su turno para prender y sembrar el pánico. Cortinas cercadas con paredes y fincones, antaño reino de pimientos y garbanzos, convertidas ahora en selvas y germen del peligro, serio y grave, de fuegos para casas y corrales.

Hay pueblos donde se gastan un dineral en jolgorio de vino y ternera, cultivando adeptos y votos, mirando para otro lado a la hora de mantener al día la redes contraincendios. De Juzgado de Guardia, la aptitud de algunos incompetentes alcaldes y concejales que no revisan el servicio para acordarse solo de Santa Bárbara cuando truena y al ir a enchufar darse cuenta que mangueras y tomas son de diferente sección, que están bajo el hormigón o que nunca se pusieron. Cuando falle el sistema y se queme una casa algunos ediles, como ineptos y responsables directos, tendrán que asumir responsabilidades penales ante jueces y fiscales. La colaboración ciudadana es el corazón y bien de la comunidad para preservar un ecosistema donde el alma mater son los bienes y personas. Bomberos, Medio Ambiente y Guardia Civil luchan contra el fuego y los ciudadanos debemos colaborar con la prudencia y honradez que nos caracteriza a los alistanos. La imprudencia casi siempre es temeraria. Los pirómanos no dejan de ser inconscientes delincuentes que ponen en peligro sus vidas y las ajenas.