De los muchos males que asolan a España desde que la crisis se mudara a nuestra patria estableciéndose en ella, el paro sigue siendo el principal problema para el 84 % de los españoles, es decir, para la mayoría de ciudadanos de nuestra piel de toro. El Cis ha hablado y ha dejado bien claro el sentir ciudadano con respecto a todo lo que le preocupa. Lo que peor llevan los españoles, lo que les quita el sueño, lo que les lleva a cada uno por su particular calle de la amargura es el paro. En el ranking de las preocupaciones ciudadanas ha alcanzado máximos históricos. Eso y la mala percepción de la situación económica, ya que nueve de cada diez ciudadanos la consideran mala y muy mala.

Los resultados de la última encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas no pueden ser más desalentadores. Los españoles estamos «desalentados» por lo tanto los resultados no pueden decir lo contrario. No vemos luz al fondo del túnel en el que nos encontramos. Quizá por eso nunca, desde 1986, año en el que el Cis comenzó a preguntar sobre este asunto, se habían registrado porcentajes de desconfianza tales sobre el futuro económico de España. Cuesta mucho ser optimista. Cuesta más asumir los recortes. Pero algo tenemos que hacer para no sucumbir, para mantenernos, para no dar el espectáculo que Grecia ha venido dando a lo largo de los últimos meses.

Los españoles han perdido la esperanza en una pronta recuperación hasta el punto de que la mayoría de encuestados prevé que el horizonte de 2013, es decir, el del próximo año, será todavía peor. Desde luego, nadie nos ha dicho que las cosas vayan a cambiar a mejor. Es más, ya no nos dicen nada por si acaso se ven obligados a cambiar el guión sobre la marcha. Los ciudadanos exigen todavía más a los políticos que les gobiernan. Tijeras, sí, pero empezando por ellos mismos. Recortando todavía más sus privilegios. Suprimiendo más si cabe el número de cargos con cargas onerosas para el erario público. Todavía hay mucho dispendio que debe acabarse para que las cuentas cuadren y se deje de sangrar siempre a los mismos. Porque los mismos están hasta el gorro y un poco más arriba.

España, que siempre ha sido un país caracterizado por la alegría de sus ciudadanos con respecto a los ciudadanos de otros países de la Europa común, se ha convertido por mor de la innombrable en un país de pesimistas. El número de afiliados patrios al pesimismo sigue creciendo. Los que confían se van quedando solos convertidos en diminutas islas. Y es que los ricos, lejos de gastarse el sobrante de sus recursos económicos, están empezando a hacer economías. Me lo comentaba el otro día un prestigioso marchante de arte: «los ricos, muy ricos, se guardan sus dineritos por si acaso vienen mal dadas también para ellos».

Y, mientras, se ha establecido una especie de «hit parade» de las preocupaciones patrias que encabeza el paro, seguido por los problemas económicos, la inquietud que genera la clase política, la corrupción y el fraude en cuarto lugar del ranking, la sanidad, la inseguridad ciudadana, la educación y la inmigración. Ocho grandes problemas para los españoles entre los que destaca el principal problema: el paro.