A veces creo que el ser humano es más simple que el asa de un cubo. Sobre todo en cuestiones que atañen a la política. En defensa de nuestros corruptos, de los chorizos que nos sacan la piel a tiras, lo damos todo.

Veía el otro día un debate de pretendido nivel entre políticos y periodistas de los dos bandos: socialistas y populares. Se hablaba de la enorme corrupción en Andalucía. Los políticos del partido socialista defendían que no era para tanto. Y cuando la fuerza de los datos les acorralaba, tiraban por elevación y decían, y tú más.

Al contrario ha ocurrido en otros debates en el que la cosa a debatir era la corrupción del PP en Valencia o Baleares. En ese caso, los del partido del Gobierno le daban un patadón a la pelota tratando de alejarlo de su área. Pero con argumentos peregrinos, que trataban de justificar lo injustificable.

Lo triste es que el debate, trasladado a la calle, se repite casi en iguales términos. En los púlpitos, los parlamentos de bar, solo tienes que poner la oreja para ver cómo los mortales defendemos con ahínco el robo de los políticos de nuestras simpatías. No puedo comprenderlo. Jamás entenderé cómo un tío de a pie, simpatizante del PP, puede defender a los sinvergüenzas de la Gürtel, a los sinvergüenzas de los trinques de Baleares y, en general, a todos los sinvergüenzas que se forran a nuestra costa.

No puedo comprender cómo ciudadanos normalitos echan mano a las navajas para defender a los ladrones socialistas de Andalucía. No entiendo por qué, unos y otros, ciudadanos simpatizantes de las dos corrientes mayoritarias, no se ponen de acuerdo en abominar de los chorizos que tienen en sus corruptas bodegas. De todos los chorizos.

Hace dos días me daba asco ver a políticos de uno y otro lado defendiendo sus ladronicios, tratando de darles apariencia de normalidad. Pero tenía su lógica. Esos señores que defienden a sus correligionarios corruptos y ladrones, viven de eso. Pero nosotros, los de la nómina de mierda y los del paro, ¿qué les debemos, salvo los impuestos, para que les defendamos como si en ello nos fuera la vida?

Veía el otro día el expediente al alcalde indigno de Peleas que arruinó a su pueblo. El Partido Popular sabía que era un presunto delincuente desde hace millones de años, pero como ganaba, le mantuvo en el cargo. Pasa con el alcalde de Trefacio, en Sanabria. Hace miles de millones de años que sabían quién era y que su piel la vestía el diablo, pero le han dejado ir de rositas después de arruinar a su pueblo.

Mientras los políticos no se enfunden las casacas de la decencia, nosotros no deberíamos de volver a votar. Dicen que la Democracia es el sistema menos malo. Pero la española parece el peor de los sistemas. Porque no tiene capacidad de regenerarse. Y cuando expulsamos a unos ladrones del corro político, vienen otros. Y así sucesivamente, en un círculo vicioso que no tiene fin.

Ni un solo político ha dado con sus huesos en la cárcel a pesar de haber desfalcado al Pueblo con mayúsculas. Y ese es el más repugnante de los delitos. Roban a espuertas, se lo gastan en putas y droga, se ponen unas gafas negras para ocultar su resaca y aquí no ha pasado nada. ¡Hasta cuándo!

Entre los dos partidos mayoritarios juntan más de quinientos casos de corrupción, a los que hay que sumar los de Izquierda Unida, Convergencia i Unió, PNV?

ERES andaluces, Gescartera, Gürtel, Campeón, Palma Arena, Brugal, parques eólicos, urbanismo, Filesa, Malesa?

¿Les parece poca gasolina para poner en marcha de una vez por todas el motor que mueva la indignación popular? ¡A por ellos, que son corruptos, pero pocos!

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