El amigo Miguel Fernández Calles, adiós Miguel, además de maestro de la forja, amigo desde aquellas lejanas fechas de la niñez de los cursos 34-35 y del 35-36. Fechas, nombres y apellidos que los acontecimientos de aquellos días unen para siempre, y unen con esa carga que las tragedias arrastran, y junto a esos recuerdos que me marcaron se unió Miguel Fernández Calles.

Gran maestro de la forja nacido en las aulas de aquella sin par Universidad Laboral de tan fecunda labor, como triste fue su desmantelamiento. Este alumno agarrado al duro hierro saltó desde las aula de La Bañeza a las de Toro para terminar en las del Río Duero, una marca de calidad de tal hierro legó como maestro a la posteridad tanta categoría como sensibilidad y elegancia en las obras que con el duro metal dejó como recuerdo en monumentos funerarios como el de Claudio Moyano en Fuentelapeña o Dolores Ibárruri en Madrid.

Pero el maestro de la forja donde se elevó a alturas en las que queda claro ese sentido de inmortalidad del arte, donde alcanza valores no solo litúrgicos sino incluso místicos, por sus detalles y características, es acaso en obras como el Campanil y el Incensario de la Hermandad del Espíritu Santo del Viernes de Dolores: llenos de sinceridad y fe, como si en ellos cabalgase entre las notas de la campana y el espíritu del incienso el más puro sentimiento de entrega ante la fe de los hermanos al verdadero espíritu de la Redención.

Te adelantaste a entregar a la Semana Santa dos símbolos que han acompañado siempre en las grandes celebraciones litúrgicas, llegando a calar muy hondo a lo largo del tiempo en ese espíritu un tanto festivo, aunque en los fondos de buena parte late el auténtico espíritu de la Redención. Y allá en tu pueblo, sobre tu lugar de descanso te hará siempre sombra acogedora la de esa espadaña que remata la gran cruz de forja, cáliz y a la vez veleta que sigue marcando esos puntos cardinales que a los hombres de fe marcan siempre caminos y direcciones cuyos testimonios quedan siempre presentes en sus obras.

Miguel, nos dejaste junto a tus obras tus ánimos. Antonio y Machín darán siempre testimonio del maestro, el más vivo testimonio del que se entrega en el aula al mítico y a la vez mágico empeño de enseñar. Quedan claros y fijos en las obras que dejan los que como tú se entregaron. Miguel, descansa en paz.