Hay dos indicadores que pueden ser útiles para medir si realmente estamos tan mal como se dice: la asistencia a manifestaciones de protesta por los recortes en los servicios públicos (sanidad, educación, etc.) que estamos padeciendo y la afluencia a actos lúdicos y festivos convocados por distintas razones. Esta misma semana hemos podido comprobar que, al menos entre los universitarios de Zamora, las cosas no parecen ir tan mal. El miércoles, en la concentración de la plaza de la Marina, apenas un centenar de jóvenes secundaron la protesta estudiantil contra los recortes en educación y en apoyo a los compañeros de Valencia. Sin embargo, cuarenta y ocho horas después, el auditorio y los alrededores del Ruta de la Plata estaban a tope, con cientos de jóvenes disfrutando a toda pastilla. ¿La razón? La fiesta de la Escuela Politécnica.

No seré yo quien cargue contra los universitarios de Zamora o los de otras latitudes de España por la tremenda contradicción que se observa en los dos actos que relato. Al fin y al cabo, gran parte de mi vida cotidiana la comparto con ellos en las aulas de la Universidad de Salamanca, por lo que es lógico que conozca bastante bien cuáles son sus problemas, deseos y aspiraciones. Sé que cada día que pasa están muy preocupados por su futuro inmediato y que aún lo estarán mucho más cuando dentro de unos meses sufran en sus propias carnes los efectos perversos de la política de ajustes presupuestarios que en mayo de 2010 inició José Luis Rodríguez Zapatero y que, desde hace apenas dos meses, ha continuado, con mucha más virulencia, el nuevo equipo de Gobierno que encabeza Mariano Rajoy. Por tanto, ante un panorama tan sombrío, lo lógico sería que la frustración se hiciera al menos tan visible como las ganas de pasarlo bien en las fiestas universitarias. Sin embargo, el resultado ha sido otro.

Lo que llama la atención es la desproporción tan significativa que se observa entre, por un lado, el exiguo y casi insignificante número de estudiantes que protestaron en La Marina contra los recortes educativos y, por otro, los miles de jóvenes -hasta cinco mil, según cuentan las crónicas periodísticas- que se concentraron en el auditorio del Ruta de la Plata. A partir de estas evidencias, podríamos deducir que el presente y el futuro de los universitarios no son tan graves como se cuenta. Sin embargo, la realidad es que tanto el presente como el futuro de las nuevas generaciones nunca han estado tan amenazados como en la actualidad. Por tanto, si mis pesquisas no andan desencaminadas, lo lógico hubiera sido que las cifras de los dos espectáculos juveniles que hemos vivido esta semana en la capital se hubieran invertido. Pero no, ganaron por goleada la fiesta y el cachondeo, mientras que las protestas estudiantiles apenas tuvieron el protagonismo que sí han alcanzado en otros puntos de España. Lo cual me lleva a pensar que tal vez en Zamora somos, también para estas cosas, diferentes.