En pleno invierno y con temperaturas de bajo cero el fuego se sucede día tras día. La geografía y el campo te dicen casi todo lo que está ocurriendo, que es tan fácil de conocer como de entenderlo sin necesidad de mesas, de diplomas y de medios por el aire.

El mundo rural ya no existe, solo a nivel oficial y como tema y materia de disertación oficial. Su despoblación es tan real que puedes recorrer decenas y decenas de lugares y no encontrarte en el recorrido a nadie por la calle.

Pero junto a esa despoblación, imparable hagan las declaraciones que hagan y digan cuantas tonterías se les ocurra, hay otro factor presente de riesgo. El campo, que se cultivaba, bajo los tipos y formas que la geografía y sus factores les permitía, ahora ha quedado abandonado en miles y miles de hectáreas, ha vuelto a su naturaleza libre que va ofreciendo ese paisaje. A los pocos supervivientes de ese mundo les duele porque su calendario no les permite tomar el hacha y la azada y limpiar aquellas cortinas, laderas y otros tipos de tierras que un día a lo largo de generaciones fue el capital vital. Luego, una tentación de limpieza se les va de las manos, lleva al desastre y a la tragedia.

Un meridiano trazado sobre la capital nos divide en dos grandes partes la provincia y toda la zona oeste de ese meridiano divisorio, necesitará en Sanabria y una gran parte de Tábara, Alba y Aliste un tratamiento de cuidado permanente, de hacha y azada, de limpieza, estudiada y dirigida por los técnicos correspondientes. Y esos miles de manzanos, castaños y nogales al margen de las especies maderables, que se cuiden, se limpien y se cultiven, el árbol sea cual sea su clase ha sido en unos casos matorral o monte bajo, y esa selección y cuidados hace que se convierta en adulto. Con los cuidados más elementales sería suficiente para evitar esos verdaderos atentados a la naturaleza. La explotación en régimen extensivo facilitaría la labor a la vez que añadiría un valor nuevo a la economía. Ya se está explotando acertadamente a ambos lados de La Raya. Pero junto a esta ayuda positiva, las brigadas de limpieza de montes y terrenos abandonados constituyen la gran esperanza de esos miles y miles de hectáreas que dejaron de ser cultivos y hoy tienen que seguir siéndolo bajo otros criterios.

Algo está fallando estrepitosamente. ¿Hasta cuándo?