Se veía venir. Que a Garzón, una vez condenado e inhabilitado como juez, por las escuchas a los abogados del escándalo Gürtel, de las demás causas pendientes iba a salir bien librado. Y así ha sido. Por cosa de días, el presunto delito que se le achacaba en relación con el patrocinio comercial de sus conferencias en el extranjero, resulta que había prescrito. Y en cuanto a la sentencia por instruir una causa contra los crímenes del franquismo, sin competencias para ello, acaba de ser absuelto.

El asunto Garzón estaba ya finiquitado y da la impresión de que no se ha querido ir más lejos con el exjuez. Pese a ello si la primera sentencia, la condenatoria, fue unánime y en el sentir de muchos juristas era modélica por cualquier lado que se mirase, el fallo absolutorio de ahora se entiende bastante menos, y el hecho de que uno de los magistrados que ha juzgado el caso se haya pronunciado contra la absolución del acusado, así parece demostrarlo.

Porque la sentencia reconoce expresamente que era errónea toda la práctica judicial llevada a cabo por Garzón en este asunto, pero como no entiende que hubiese ánimo de prevaricación en ello se ha decidido dar el caso por concluido y cerrado. Se acaba pues el tema del exjuez y sus tres juicios. Tendrá que dedicarse a otros menesteres. Aunque, por supuesto, sus seguidores, casi todos en la izquierda más acérrima, no dan por acabada la cuestión, agarrándose a la memoria histórica que puso en marcha el resentido Zapatero, y exigen ya que se den los pasos necesarios para que quien tenga competencias para ello instruya la causa que Garzón no pudo llevar a cabo como hubiese sido su deseo.

Difícil lo van a tener, porque por medio, y aunque Garzón no se hubiese enterado o hiciese como si no se enteraba -la sentencia le sitúa a caer de un burro en cuanto a su profesionalidad, algo que era mantenido por muchos compañeros de la judicatura- había una ley general de amnistía, aparte de la prescripción absoluta de los hechos. Que algunos no parece que sepan que han pasado 75 años. Claro que la absolución del exjuez ha servido ahora para que alguien haya recordado, porque para eso están las hemerotecas, que en la década de los noventa, una asociación de familiares de víctimas del terrible genocidio de Paracuellos del Jarama -entre 10.000 y 15.000 asesinados por los republicanos, según la mayor parte de los historiadores- pidió a Garzón la instrucción de una causa sobre ese asunto, lo que el entonces juez se apresuró a denegar basándose, precisamente, en la ley de amnistía.

O sea que lo que no valía para unos, valía para otros. Una triste demostración de subjetividad por parte de alguien que había sido número dos del PSOE en unas elecciones generales y que había ocupado un alto cargo en el Gobierno socialista de González para volver luego a ejercer como juez cuando comprobó que poco o nada tenía que hacer en política. No resulta lógico ni admisible que quien haya ocupado cargos políticos pueda volver luego, de nuevo, como magistrado, como si tal cosa. No se puede ser juez y parte. Y algo tendría que hacerse para que no pudiesen ocurrir casos semejantes.