Algo debe de tener la palabra Europa para que arrastre tantos sueños y tantas pasiones. A comprobar la fuerza con que los políticos a través de la historia han pregonado la constitución de una Europa fuerte, unida y con peso específico en lo político y en lo económico no parece raro que la hija mitológica de Fénix y de Ogenor, rey de Fenicia, fuese raptada por Zeus, que se la llevó a Creta para disfrutar con ella de sus encantos y de su buen clima mediterráneo. Esa idea del rapto ha encantado a bastantes personajes desde Carlos Hartel, director general de GE Globlal Research Europa hasta nuestros días y sin olvidar en especial a Napoleón Bonaparte.

Considerada en conjunto, la situación económica de Europa parece privilegiada. Con un 20% de la población mundial, aproximadamente, viene a disponer de un 30% de la renta anual mientras que Asia con 28% de población posee solo un 10% de renta anual. Y es que, lo miremos como lo miremos, los europeos venimos a disponer aproximadamente del 35 o 36% de los productos alimenticios y de un 40% más o menos de la energía.

En estas condiciones no resultaba raro que allá por los años 70 y 80 se insistiera en la constitución de los Estados Unidos de Europa, nombre sonoro por demás. Esta idea en realidad había germinado en serio un 25 de marzo de 1957 con el llamado Tratado de Roma.

Desde entonces hacia acá la cosa ha ido a más, como sabemos, y todos vemos cómo se ha ido elaborando, con tropezones y sustos, tal unión.

Como utopía la idea de Europa, de una Europa unida firmemente, pareció siempre formidable. Como planteamiento de una unidad política nos ha parecido siempre en España irrealizable. Se eligen parlamentarios europeos y vemos honradamente lo poco que dan de sí. No se solucionan los problemas candentes que tendrían que solucionarse. Se acentúan, sin embargo, problemas que antes no eran tan serios.

La idea de una Europa bien trabada se queda en un sueño y la desazón del ciudadano aumenta.

Lo peor son los agravios comparativos que continuamente van surgiendo en todas las partes. Y lo malo en grado sumo es que sea esta Europa la que nos obliga a unos recortes de bienestar que se habían conseguido. Mala solución debe tener esta situación cuando el simple nombre de Europa nos trae a la memoria los recortes y los impuestos nuevos o los viejos renovados con una nueva carga. ¡A ver si Zeus se la lleva otra vez a Creta y por una temporada descansamos!