Hoy es Santa Cecilia, patrona de la música, pero hay que acordarse de Santa Rita. Las banderas, los «confetti», las papeletas arrugadas y los residuos de cohetes desperdigados por el suelo, los sillones removidos, silenciados los altavoces, abandonado el vino espumoso, algunas copas rotas…., a altas horas de la madrugada la gran opereta electoral por fin ha terminado con el amanecer del día 21 y los cortejos y los cortesanos con sus actores y actrices se retiran…. Los arcabuceros políticos disparan, ya pasado todo, sus últimas salvas en un cielo gris que el calendario llama otoño. Los periodistas van callando y los tertulianos siguen divagando…. Ferraz muda y Génova eufórica. ¿Qué ha pasado en pocas horas? Zapatero, Blanco, González, Guerra, Chaves, Chacón.… se retiran amargamente. Sólo Rubalcaba se atreve a dar la cara. El futuro se llama Rajoy y el problema Europa. El primero quiere estar mesiánico; con la otra se duda, no sabe qué hacer. La bolsa sigue bajando. Para la ofensiva de invierno que está a la vista y que se avecina con temor se necesita «avituallamiento» creíble, allende nuestras fronteras. Nuestra Hacienda se mueve sin demasiada suerte. Alguna Ministra económica llora. Empiezan a sonar nombres para nuevos ministros y ministras, según y cómo. Rajoy quiere estar a la vez discreto, excitante, prudente y valiente y demostrar a todos que está en forma. Políticamente se siente pletórico, pero no acaba de fiarse del todo, como buen gallego que es. Ha visto lo que les ha pasado a Zapatero y Blanco, sus adversarios favoritos, por habérselo creído, por exceso de seguridad, por ególatras. Habla con su tribu pepera y se crece preparando las andadas para las que ha sido elegido. El reciclaje de España va a ser un hecho doloroso y acre. Y habrá bienestar mientras se pueda. La lucha va a ser tremenda.

En estos puertos las carabelas, las tres carabelas del nuevo descubrimiento, se hacen a la mar: Economía, Sanidad con Seguridad Social y Educación navegan hacia las Indias de la recuperación. El espíritu de este otoño en la cubierta de los navíos es hoy armónico y de batalla conjunta. Un día, ya cercano, quien deba decidir tomará la decisión amarga de acometer la «gran operación estratégica» con personas que tengan seriedad, inteligencia, horas de servicio activo y niveles acordes con las necesidades del momento, sin afán de revancha. ¿De qué han servido hasta ahora las revanchas? El tiempo de las dialécticas y de la inestabilidad burocrática ha terminado. Hay que ir a corazón abierto.

La llamada clase política se está yendo a la cama en estas vísperas de la celebración de nuestra Constitución con nombres propios: Merkel, Sarkozy,… y recuerda el «Oigo, patria, tu aflicción» de López García, cantando al Dos de Mayo, mientras ven que Francia nos quiere dar besitos en la oreja y Berlín nos hace carantoñas apenas perceptibles para que no parezca mal lo que están haciendo. Italia no tiene aún buen color desde que los tecnócratas puros ocupan poltronas ministeriales. ¿Va a ocurrir lo mismo por estos lares? ¿Para eso tenemos políticos? «Quien quiera seguirme (para salir de esto) tome su cruz y sígame». ¿Suena de algo? Al final, guste o no guste, siempre es el Evangelio el que marca un camino, difícil y ciertamente sacrificado, pero camino que da esperanza. Empleo, educación y garantía de mantenimiento es el camino del cambio. Cinco millones el número.

No habrá que conformarse con lo que nos llegue en la herencia que los que salen han dejado. Habrá que recurrir a Santa Rita de Cascia como patrona de los imposibles y, ya que a Rubalcaba ni la niña, ni la prima de Rajoy le han dado el resultado sarcástico que apetecía, a lo mejor Santa Rita como patrona de los funcionarios de Administración Local y de las causas Imposibles nos hace el favor de darnos un buen empujón para salir de este atolladero de la crisis europea. Pero a la vez hay que arrimar el hombro, sacrificarse y trabajar duro: para que nos pueda tocar la Lotería hay que comprar el décimo al menos.

Necesitamos recurrir a Santa Cecilia para lograr armonía y a Santa Rita porque es la que nos queda al ver lo que tenemos.