El viernes iba a ser un día catastrófico. Una especie de día de la bestia, pero sin bestia. Los agoreros predecían para él grandes males. Incluso el fin del mundo. Ni lo uno ni lo otro ocurrió el 11-11-de 2011. El alcalde de Trefacio, Jesús Ramos, llegó con sus concejales a Zamora sin males mayores y, detrás de ellos, todo el pueblo.

Ramos y Maíllo, finalmente se entendieron. Creo que los dos pueden estar muy satisfechos. Es lo que el pueblo necesitaba. Una solución. Tal vez no es la óptima. Tal vez queríamos más. Pero no es menos cierto que ni la Diputación podía dar más ni nuestro alcalde pedir menos. Los dos cumplieron con su papel y el sacrificio de Ramos no fue en balde. Gracias, Jesús.

El alcalde consiguió mantener a raya a los que intentaban sacar rédito político de su sacrificio -122 kilómetros andando- y hubo quien se mantuvo a raya por sí solo. Fue el caso del alcalde de Puebla, José Fernández, con el que tuve el gusto de caminar un buen trecho de la manifestación.

Pepe -le llamo así porque estudié con él, jugué con él al fútbol y le tengo enorme simpatía personal- fue requerido por cámaras y micrófonos. Pepe, en un ejercicio de enorme honestidad y coherencia, declinó hacer manifestación alguna. Su presencia silenciosa fue la mayor manifestación de apoyo al pueblo. Sabía que era el momento del alcalde y su Corporación y supo estar a la altura. No quiso quitar protagonismo a quien de verdad lo tenía. Eso te honra, senador.

Por lo demás, me sentí orgulloso de mi pueblo. Pensaba que era otra vez el pueblo aquel que antaño se unía como una piña a la más leve contrariedad. Quizás al alcalde innombrable tengamos que agradecerle que haya conseguido hacer de nuevo un pueblo como el viejo pueblo.

Tendría gracia. Tuvo que venir un tipo de otro pueblo a hacerse alcalde de Trefacio para arruinarlo y lograr que de sus cenizas renazca, cual ave Fénix, una nueva entidad llena de amor propio, orgullo y conmovedores sentimientos.

Vi gentes que estaban más próximas a los noventa que a los ochenta. A mi propia madre vi, con ochenta y cuatro a sus espaldas. Gentes de Madrid: Chato, Paco, Rosita, Isa. Gentes de corporaciones del anterior alcalde que se han caído de la burra para darse cuenta de que les engañó. Gentes decentes: Luis, Magín, Antonio, Cornejo, Rubén, Chon, Carmina, Tanín. Solo faltaba él. El innombrable.

Pensé que mi pueblo venía mendicante y me equivoqué. Venía orgulloso. Altivo. Serio. Determinado. Con las ideas claras. Pude hablar con muchos y todos, ahora mismo, por el alcalde y su corporación están dispuestos a morir. Incluso ya comentaban que, si la compañía eléctrica no se portaba con Trefacio, Trefacio no se comportaría con la compañía eléctrica, en una velada amenaza de que todos los vecinos y aún vecinos de otros pueblos se cambiarían en el acto de compañía.

Por lo demás, Paco Molina, de IU, tuvo la foto que quería arrimándose a nuestro alcalde. Por lo demás, Rosa María Muñoz, portavoz socialista del PSOE, me abordó para que yo le dijera que no habían ayudado a Trefacio. O no lo suficiente. Por lo demás, que su jefa de prensa es sanabresa de Cervantes, de los Gerines. Por lo demás, que Amparito la de Cornejo regaló un montón de empanadas al pueblo para que tomara un refrigerio.

Y, por lo demás, siendo importante todo esto, que mi primo Viti el de mi tío Julián se recupera satisfactoriamente de un delicado estado de salud. Eso sí que es una gran, una enorme alegría. Confieso que yo, que voy nada a misa, se lo pedí a Dios. Como le pedí que se arreglara lo de mi pueblo y que nos librara de la tentación de volver a votar a corruptos. Amén.

delfin_rod@hotmail.com