Cómo tendría que estar la magistrada Ángela Murillo para decir lo que dijo! ¡Fumando en pipa debía estar! Y no es para menos. Justo ante sus justos ojos unos impresentables asesinos etarras se mofaban del dolor de Adoración Zubeldía, esposa de una de sus víctimas.

La jueza, que debe ser imparcial, pero que por mucho que lo intente jamás dejará de ser humana, espetó a la orilla del micrófono que creía en silencio: «?y encima se ríen estos cabrones».

La inmensa mayoría de los españoles de bien suscribirían su comentario ajustado a derecho. Cabrón es todo aquel que asesina de forma cruel a una persona y luego se limpia el trasero con las lágrimas de sus familiares.

En el hipotético caso de que quisieran apartarla de este juicio, acusándola de calumniar a los asesinos por llamarles por su nombre, siempre podrá exhibir en su defensa la figura de la «exceptio veritatis». Con ella en la mano, podrá probar que el «cabrón» que les imputa es real y su responsabilidad penal quedará exenta.

Francisco Javier García «Txapote» -los más criminales siempre llevan los apellidos más españoles- y otros tres eran juzgados por el asesinato del concejal de Leiza José Javier Múgica. En uno de los momentos y ante la actitud irónica y desafiante de «Txapote» y sus compinches, la juez perdió los nervios. Lo normal.

Yo creo que mordió el anzuelo que le echaron. Estos criminales adoptan estas actitudes tratando de alterar el ánimo del Tribunal para que cometa estos nimios errores que ellos explotan como si les hubieran puesto una mecha en el culo.

Ahora dirán que la jueza es fascista, que tiene predeterminado el fallo, que no se puede reconocer al Tribunal, que? Haciendo uso de su humanidad, la magistrada metió una pata de la que ya se estará lamentando. A los asesinos hay que tratarlos como víctimas. Con escrupulosa sensibilidad, no vaya a herirse su alma putrefacta.

La actitud chulesca de los etarras lo único que demuestra es que el comunicado que anunciaba que dejaban la violencia solo era eso, un comunicado. No es ni una declaración de intenciones. Yo no me lo creí ni me lo creo. Porque la violencia sigue.

Sigue cuando se ríen de forma tan obscena de sus víctimas. Sigue cuando impiden a la candidata Rosa Díez hacer un mitin para expresarse libremente donde libremente quiera. Sigue cuando acosan a concejales que no son de su cuerda en los distintos ayuntamientos vascos. Sigue, sigue y sigue.

No todo es el tiro en la nuca. La otra forma de violencia es, a veces, tan violenta como el tiro. Vivir en una perpetua tortura provocada por estos cabrones, es una forma de asesinato terrible. Y quien no lo vea así, que pruebe a ser concejal socialista o del Partido Popular en el país vasco.

Qué se puede esperar de quien se mofa de las lágrimas de una viuda que vio cómo su esposo ardía vivo en un tremendo atentado. ¿A éstos son a los que hay que excarcelar para que les bailen un aurresku como si fueran héroes? ¿A éstos son a los que hay que hacerles la ola porque han dicho que nos perdonan la vida por una temporada?

Yo estoy convencido, a la luz de los hechos, de que no es más que una pose electoral. Siempre lo hacen antes de las elecciones: una bomba o una tregua perdonavidas. Con ella en el bolsillo irá el candidato Pérez por toda España. Con ella de la mano los proetarras conquistarán cotas inimaginables de poder.

Este García «Txapote» es la verdadera cara del comunicado que nos perdona la vida, la verdadera cara del terror que no cesa. Ahora dirán que los torturadores son los guardias civiles que los llevaron a su sitio natural.

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