El pasado miércoles se celebró en la iglesia de San Juan de Puerta Nueva una vigilia de acción de gracias por la canonización hoy de la Madre Bonifacia Rodríguez Castro, fundadora de las Siervas de San José, esas Josefinas que en la calle de la Reina y en la Avenida de Requejo mantienen vivo el Espíritu de la fundadora. La iglesia a rebosar y la vigilia dirigida por el párroco don Plácido y con la colaboración de los Coros de alumnos de los Colegios dirigidos por las Josefinas y la intervención de las Madres con una especie de breviario de pensamientos sobre nuestra Santa, y el esperanzador criterio de los alumnos con sus canciones y sus tonos cargados de esa cálida y cercana familiaridad, convirtió el acto en una hermosa oración de acción de gracias dedicado y ya en honor de la fundadora.

La ciudad que la acogió, nuestra ciudad mantendrá siempre en las más nobles páginas de su historia, el recuerdo y toda la peripecia humana de Bonifacia, mensaje que vive, resiste, corrige y se mantiene impasible con su clara visión de lo que piensa y quiere hacer en medio de una sociedad que vive la placidez engañosa y falsa, sin valores y sin perspectivas de futuro, sobre un factor de aquella misma sociedad que es la mujer. Arrancar en medio de aquel campo yermo con el trabajo ordenado y eficaz solidamente asentado sobre sus dos pilares fundamentales de la fe y el amor, provocarían sin duda reacciones que solo su espíritu y sus pilares fueron capaces de resistir aquellos envites. Bastaría repasar las noticias, referencias y notas de la prensa de aquellos años y entre líneas analizar situaciones para valorar sin exageraciones de ningún tipo la labor y el fenómeno que Bonifacia desata en el campo social de la mujer.

No hay entre el 1883, fecha de su llegada a Zamora, y el 1905 fecha de su fallecimiento, ninguna personalidad del mundo de lo social que pueda presentar un programa tan claro, atrayente y definido sobre la incorporación de la mujer, junto a su formación en todos los aspectos como el arranque de su instituto que floreció y ha ofrecido a lo largo de más de un siglo una hermosa cosecha en la labor desarrollada y que sigue viva entre nosotros.

Aquellos telares y aquellos talleres de los finales de ese movido e inquietante siglo diecinueve, constituyen el monumento que nuestra santa levantó en defensa de la mujer zamorana, hermoso motivo de recuerdo y celebración en estos momentos cuando subida a los altares podemos celebrarla y la vez recordar su valimiento en estos tiempos en los que la mujer ha conseguido llegar a todos los estadios de la sociedad, no estaría nada mal que las autoridades en este momento estuvieran al pie del cañón, simplemente como un acto histórico de reconocimiento a aquella pionera de tan bella labor, social. Trabajo, fe y amor, debería estar escrito con letras de oro en el corazón de toda mujer trabajadora.