Si alguien no lo remedia, el próximo 23 de noviembre pasará por la ciudad con más pena que gloria. Será uno de los muchos días grises de invierno que se vivirán en este rincón de España, sin saber nadie que ese día se cumplirán cien años de la muerte del más grande de todos nuestros escultores: Eduardo Barrón González.

Si se quiere contrastar el nivel cultural de esta ciudad y nuestro colectivo interés por el arte, solo hace falta comparar cómo se conmemoró el centenario del nacimiento de nuestro gran escultor contemporáneo Baltasar Lobo y los fastos que se hicieron en el centenario del imaginero Ramón Álvarez, autor de hermosos pasos de Semana Santa, pero cuya incidencia en el panorama artístico nacional es más bien modesta y cuya fama nunca fue más allá del Alto de los Curas.

Con Ramón Álvarez se realizó en la Catedral de Zamora una gran exposición de sus imágenes, y se editó un libro catalogando toda su obra. Hubo homenajes, artículos de periódico y programas de televisión, cuyo fin fue el que se persigue en toda estas clases de acontecimientos, que no es otro que fomentar la memoria, ensalzar la obra del escultor y hacer cómplice a la ciudad del trabajo y de los éxitos de artista.

A Lobo, en cuyo nombre se recaudó el dinero para desenterrar el Castillo de Zamora hasta convertirlo en otra noble ruina, se le ha olvidado de la manera mas ignominiosa. Somos muchos los ciudadanos que aún esperamos las exposiciones, los congresos y demás eventos que los políticos prometieron que se iban a celebra en su nombre. Nada de nada.

Por esto, ahora que se acerca el centenario de la muerte de Eduardo Barrón, y las instituciones no han preparado ningún evento, propongo que, aunque solo fuese por conmemorar esta efeméride, podría restituirse la tropelía que se hizo al cambiar la estatua de Viriato de ubicación.

Eduardo Barrón es el único artista nacido en esta provincia que ha expuesto en el Museo del Prado. Y se hizo escultor gracias a sus esfuerzos, pero también al dinero generoso de varios zamoranos y a las becas que disfruto de la Diputación provincial. Y para una vez que el dinero gastado en cultura por las instituciones sirve para algo? Pueden taparlo el silencio y la desidia.

Ya me conformaría si se le hiciera lo único que se ha prometido, traer al museo de Zamora su obra de «La educación de Nerón». Aunque los zamoranos sigan sin saber nada del autor de la estatua de Viriato ni de su dimensión nacional, ni que las nuevas generaciones de escultores descubran que existe vida artística mas allá de nuestra semana santa.

Quizás todo eso sea mejor, antes que con Eduardo Barrón ocurra lo que pasó con Baltasar Lobo. Que algún político aproveche el centenario de su muerte para subirse encima de su sepultura para parecer mas alto.