En memorable frase de Adolfo Suárez cuando dijo aquello de hacer normal a nivel oficial lo que es normal en la calle se habrá introducido Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, cuando decidió nombrar mánager general a José Mourinho y de las Alas Pumariño. Es ya normal lo que se sabía, que el poder había cambiado de manos y que ahora está en manos portuguesas. La última jugada de un presidente que se creyó el moderno Bernabéu y que va camino de convertirse en una figura patética. Porque ahora se comprende el empeño mouriñista en prescindir de Jorge Valdano y en contar con una guardia pretoriana de fidelidad ciega. Los desprecios que recibió Valdano durante la Liga («yo sólo reporto con el presidente y con José Ángel Sánchez», «este club está mal organizado», «soy el único que defiendo al club» y alguna otra perla) no merecieron ni un solo reproche del presidente, quien fue incapaz, según relató el despedido, de organizar un encuentro entre el entrenador y el director general. Mourinho es ahora el poder casi absoluto, dueño de hombres y haciendas.

El presidente ha pasado a ser una especie de rey que reina, pero no gobierna. El mánager general decidirá fichajes y precios de los fichajes; traspasos y precios de los traspasos, y tantas otras cosas. Ya solo falta que gane la Liga y la Liga de Campeones y dicte una nueva legislación en la que puede desaparecer la figura del rey. Florentino está en brazos del entrenador, llámelo como lo llame; él, que nunca creyó en los entrenadores y que puso de moda la tesis de que el Real Madrid de las cinco copas de Europa era recordado por los jugadores y no por los entrenadores. Curiosa y desesperada evolución del que fue presentado como un gestor inigualable. Pues el señor de la barriguita, el puro y el Moët le ha ganado por la mano. Y el que ha venido detrás, igual, aunque con matices.

El nombramiento termina con los mensajes y las insinuaciones del portugués a la directiva. Ahora, damas y caballeros, señoras y señores diputados, la Operación Salida es cosa de él. A ver si ahora Drenthe pasa a tener cola de clubes que lo desean contratar y si Gago encuentra un destino que le atraiga. Por poner los dos ejemplos más cercanos. A ver qué pasa cuando estalle la primera crisis con el colectivo arbitral; a ver qué dice el mánager general cuando el discípulo de Sánchez Arminio mire para otro lado cuando agarren a Cristiano Ronaldo dentro del área rival. La diversión va a ir en aumento, con lo que podrá pedir más dinero a las cadenas de televisión. Por cierto, si pregunto, ¿molesto?: ¿cómo van las negociaciones con las cadenas de radio a cuenta del canon que la Liga les quiere cobrar?

A todo esto, el calendario avanza y ya queda menos del mes para que los equipos den comienzo a una Liga que ya tiene el guión escrito porque se repite: dos arriba, un grupo que aspira a ser tercero y los que esperan salir de la quema. El gran Marcelino lo ha dejado claro en Sevilla: el objetivo es ser terceros. Más claro, imposible. Pues la claridad de Marcelino es ejemplar. Si todos hicieran lo mismo, mejor para todos.