La guerra está servida. Ribereño contra Junta. Sanabria contra Junta. La gestión que de los ríos sanabreses está haciendo el organismo regional, es prepotente, autoritaria, absurda y va a provocar que cualquier día amanezca una catástrofe sobre las aguas.

No sé quién será el iluminado que ha decidido que a los ribereños hay que negarles el pan y la sal. Desde luego no es ningún perito en ríos. No, al menos, en ríos sanabreses. Si los ilustrados de Valladolid no tuvieran dos cebollas por ojos, verían que privar al ribereño de sus ancestrales derechos es un suicidio.

Estos señores que mandan de oído deberían pelar la cebolla con gafas y no le llorarían los visuales que le impiden ver la realidad. Los ríos sanabreses, que son de Sanabria y de cuantos foráneos deseen disfrutar de ellos, gozan de poca salud. Y la poca que tienen se la deben en buena medida al ímpetu y afán de los ribereños.

Un ribereño no es, en contra de lo que puedan pensar esos funcionarios de pluma de ganso en el escritorio, unos asesinos de truchas. Muy al contrario. El ribereño, que antes tuvo alimento en la pesca de sus ríos, tenía hasta ahora un rato de solaz que estos tipos le han quitado.

En Sanabria no hay cine ni teatro. El ribereño, cuando llega esta época, se echa al río a disfrutar de los días previos al comienzo de la temporada alta de turismo. Luego ya no tendrán tiempo para diversiones. Si estos señores de la Junta no tienen sensibilidad alguna con los sanabreses, los sanabreses se tomarán la justicia por su mano. Es una dramática realidad. Si no pueden disfrutar de lo que es suyo, nadie disfrutará. Y perderemos todos.

Hay que tener una cabeza de melón para no darse cuenta de que la decisión de coartar y reprimir los derechos de los sanabreses no conduce a ninguna parte. ¡Y luego hacen prédicas sobre la fijación de población! De sabios es rectificar. ¡Háganlo ya, antes de que sea demasiado tarde!

Recuerdo la presa de Castellanos. Construyeron un muro de hormigón por el que la trucha no podía subir a desovar. Cuando la estaban construyendo se les advirtió de que era un crimen, pero ellos eran ilustrados funcionarios. Dios y ayuda de Óscar Reguera, anterior delegado de la Junta, costó arreglar el desaguisado.

Fue un ejemplo de las mil cosas mal hechas que la Junta hace en Sanabria, de dinero echado a la basura por no saber escuchar, dialogar, consensuar. Gracias al tesón de Reguera se corrigió. Por qué no corregir la salvajada que ahora se comete.

Un ribereño es un tío que, a menudo, camina el río macheta en mano. Corta ramas que impiden el paso, sacan cañas rotas, labran caños donde desovan las truchas... Si la Junta les ahoga, ellos ahogarán a la Junta, porque pueden hacerle la vida imposible. No menosprecien a un colectivo pequeño pero aguerrido y bravo. Si no les toman en cuenta, se arrepentirán. Han prendido una cerilla que pueden apagar. Háganlo antes de que el incendio sea demasiado grande y no puedan detectarlo ni las cámaras del delegado Alberto Castro.

No es tan difícil la solución. Óscar Reguera ya nos salvó una vez. Desde su puesto de procurador le reclamo para que traslade a quien corresponda nuestra justa aspiración. Carmen Luis, como amante de nuestra tierra que es y como alto cargo de la Junta, también debe interesarse por nuestras cuitas. Le aseguro que son de justicia.

Procuradores socialistas, alcen la voz por nosotros. Hay cientos de firmas recogidas en contra de este abuso. Alcaldes del PP y socialistas van de la mano en ello. Cuando un clamor popular es unánime, alguien debe oír.

delfin_rod@hotmail.com