Veo emocionado cómo aparecen estudiosos como hongos que descubren lo que el investigador sanabrés de Trefacio Leandro Rodríguez descubrió hace 35 años: que Cervantes era del Ayuntamiento de Robleda. Que otros lleguen, aunque sea con retraso, a las conclusiones de Leandro es magnífico para Sanabria. Ahora es don César Brandariz el que hace estallar la bomba usando la pólvora que Leandro inventó en 1978.

Las teorías de don César son las mismas que las de Leandro. Sostiene que en Sanabria hay muchos apellidos Saavedra que pueden tener su origen en Lugo, como hizo Leandro. Que era de una familia de judíos conversos, que dijo Leandro. Que la fecha de la partida de bautismo y la propia partida son falsas, que sostuvo Leandro. Que La Mancha en el Quijote no pasa de ser un disfraz semántico, que explicó Leandro. Que podría ser de familia de tejedores, teoría que defendió Leandro...

Por supuesto que doy por cierto que este ilustre investigador no ha copiado la teoría, tal y como la expuso Leandro en su libro «Don Miguel judío de Cervantes» publicado por la Editorial Cervantina en julio de 1978. ¡Hace la friolera de 33 años!

Descubre ahora el nuevo investigador que la partida de bautismo es manipulada. Estaría muy bien, si no lo hubiera hecho Leandro el 17 de agosto de 1971. Ese día, con un documento de autorización del Arzobispo de Madrid-Alcalá, Leandro tuvo acceso a la secreta partida. Descubrió, entre otras cosas, que el nombre «Miguel» no estaba claro y que había sido puesto al margen y así lo cuenta en la página 80 de su libro.

Dice Brandariz que en Santa Colomba hay enterrada una Aldonza Lorenzo y se pregunta si será Dulcinea del Toboso. En Santa Colomba de Sanabria sitúa en el 71 Leandro a una Aldonza, hija de Lorenzo y se hizo la misma pregunta.

Descubre ahora Brandariz, utilizando el argumento que utilizó Leandro hace 33 años, que don Miguel nació en 1549 y no en 1547 como la partida dice. El argumento se basa en que en julio de 1613 Cervantes firmó una dedicatoria de las Novelas ejemplares en la que dice «al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más». Para concluir que tendría 64 y que deduciendo 64 a 1613, darían los 1549.

En busca de la cervantina Cueva de Montesinos, en la antigua cueva sanabresa donde según la leyenda había enterrada una piel de toro llena de oro, tuve el honor de estar hace ¡36 años! con Leandro y el catedrático de medicina de la universidad de Alcalá de Henares Antonio López.

Que el nuevo investigador llegue a las mismas conclusiones que Leandro, lo único que hace es reforzar la teoría del primero. Lástima que sea por el mismo camino, ya desbrozado.

En cualquier caso, bienvenido al club de los conversos. Aún recuerdo a Leandro en Madrid, cuando hace más de treinta años fuimos a «Hora 25» para que Iñaki Gabilondo le hiciera una extensa entrevista sobre su sorprendente descubrimiento. O cuando publiqué una entrevista suya sobre el origen de don Miguel de Cervantes en la revista «Sábado Gráfico». O cuando hubo de enfrentarse a sesudos investigadores que poco menos que le trataron de loco por defender el origen sanabrés de don Miguel, en el programa de José Luis Balbín «La Clave».

La única aportación de Brandariz, que yo sepa, es un documento inédito, «Égloga de Virgine Paradei» que apunta a que Cervantes estudió en un colegio junto a Verín. En esta composición teatral, representada en 1581, los nombres de los personajes responden a la procedencia de los alumnos: «Viano» (de Viana), «Sileno» (del Sil) y «Senabrio» (de Sanabria). Según Brandariz, «Senabrio» sería el propio don Miguel que en uno de los versos dice: «la humilde voz que tu sanabrio embia».

Resumen: para escribir su libro, tal vez Brandariz debió de ahorrarse tan sesudos estudios, hechos en buena medida y con mucha anterioridad por Leandro. O al menos citarlos como fuente de su inspiración.