ETA ha anunciado una nueva tregua que resulta vieja por sus planteamientos y las intenciones que esconde. No cabe esperar de ella nada distinto a lo ocurrido en anteriores ocasiones cuando la banda terrorista demostró que su único objetivo era ganar tiempo y rearmarse. Así sucedió, por ejemplo, la última vez, en marzo de 2006. El alto el fuego, orquestado con expectativas de negociación política, duró entonces nueve meses. Las escasas esperanzas de llegar a una solución en el conflicto armado del País Vasco se dinamitaron al mismo tiempo que los etarras hacían volar la T-4 en Barajas. Desde aquella declaración de 2006 y hasta la del pasado 5 de septiembre, la misma ETA, que ahora edita una nueva versión de su tregua trampa, asesinó a 12 personas. En concreto, cuatro civiles, un policía nacional, un agente de la gendarmería francesa, un militar y cinco guardias civiles.

Ahora, la propuesta de solución política que plantean los pistoleros parece ocultar la intención de concurrir a las próximas elecciones municipales, como demuestra la movilización puesta en marcha por el mundo de Batasuna y sus aliados de EA y Aralar a partir del acuerdo de Gernika, en el que se pedía un alto el fuego unilateral, permanente e internacionalmente verificable. Los mismos términos por los que se rige el comunicado de la banda. Si la intención es la que es y a nadie pilla despistado, los planteamientos poco han variado en cuanto a las exigencias independentistas, el derecho de autodeterminación, y sobre la territorialidad, es decir Navarra. Nada nuevo, por tanto. La misma mascarada del vídeo y las claves de siempre. El problema no está en lo que se pide sino en que cualquier petición hay que hacerla dentro de la ley.

Tanto el Gobierno como la oposición han mostrado por el momento firmeza e incredulidad ante este comunicado farsa de los encapuchados etarras difundido en tres lenguas. Firmeza reiterada con la detención, ayer mismo, de otros dos etarras que dejan aún más clara la conexión con Venezuela. Los hechos han probado de manera dolorosa que ceder a las pretensiones de los terroristas solo conduce al fracaso ético y también al político, por muchas tentaciones que existan de buscar una rentabilidad electoral en una solución pactada. Estos y otros gobiernos anteriores de Madrid y Vitoria no acertaron en los atajos y siempre lo han hecho en cambio cuando han seguido el camino recto de la ley frente a ETA.

Los partidos políticos han coincidido en señalar que la banda da un paso hacia el final del terrorismo con esta declaración de alto el fuego «permanente, general y verificable», pero se trata de un paso insuficiente, que dista todavía mucho de lo que espera la sociedad española. «No es una mala noticia, pero no es la noticia», ha dicho el propio vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba. La única tregua válida sería aquella que supusiese el abandono definitivo, irreversible y sin condiciones de las armas. O sea, el final de ETA.