Me he quedado sin sitio en Alcañices, a pesar de mi apellido evocador de fortaleza, como la villa fronteriza. Ni en la reventa he pescado invitación para la celebración del Día de la Provincia. Más de 500 personas con asistencia confirmada previo pago de 25 euros por comensal y una lista de espera más larga que la de Sacyl para operarse de hernia.

El acto ha resultado el más numeroso de cuantos se han celebrado desde que se instituyera tan magno acontecimiento. Menudo poder de convocatoria el del presidente de la Diputación, Fernando Martínez Maíllo, teniendo en cuenta que este año la crisis ha zanjado la tan multitudinaria costumbre de abarrotar la sala cuando el canapé de jamón sale de balde. Yo que el presidente aumentaba la cuota con un donativo para las arcas provinciales y así compensaba el déficit. Por ejemplo, cinco euros y a cambio una papeleta para el sorteo de un pack de productos de la tierra.

El acto de Alcañices comienza con el izado de bandera, pero no está claro si habrá himnos. Con lo bonito que sería posar todos abrazados como en un partido de la selección. Imaginen la foto: cargos, aspirantes a cargos, aspirantes a no dejar de ser cargos, aspirantes a resucitar en las próximas selecciones, los que tienen miedo de perder la subvención en años de recortes, los que no se arrendran ante los tijeretazos y pretenden meter baza para cazar esa subvención? Apuesto a que todos quieren salir retratados en su sitio, no vaya a ser que pasen lista.

n A contratiempo. Los hermanos de la Tercera Caída lo han podido decir más alto (y eso que cualquier asamblea de Semana Santa que se precie tiende a batir algún récord de decibelios), pero no más claro: Ellos no vetan a nadie, pero a las mujeres no las quieren ver ni en pintura. Si me apuran, tal vez a las mujeres en pintura sí, pero en las cenas no, y en particular si se trata de las cenas con las que los cofrades alivian tiempos (presentes, futuros y pretéritos) de penitencia. Qué sería de ciertos resabios sin los reductos del fútbol y la Semana Santa de Zamora en esta era en la que ya ni el Soberano es cosa exclusiva de hombres. Dice el señor obispo, defensor a ultranza de que las cofradías zamoranas acaten sin condiciones el Derecho Canónico y admitan la cuota femenina, que para algunos es cuestión de paciencia y tiempo. Y yo que pensaba que estos señores «cofrades del no» habían salido, precisamente, del túnel del tiempo.