Como zamorano, como aficionado, pero sobre todo como admirador y amigo del torero, no me resisto a adherirme públicamente a este homenaje de la primera plaza de toros del mundo, en la que Andrés consiguió sus mayores triunfos, de la mayoría de los cuales fui testigo.

A principios de los años cincuenta, «El Nono», nombre taurino que utilizó Andrés en sus comienzos, debutó en la Plaza de Toros de Zamora en una novillada sin caballos, donde estuvo a merced del novillo, escaso de recursos pero demostrando un valor espartano, condición indispensable en este duro oficio. Varios años en pueblos y capeas fueron su infernal y poco conveniente experiencia de aprendizaje (entonces no había escuelas taurinas como ahora). Se fue a Madrid a trabajar y tuvo la fortuna de encontrarse como profesor a Saleri II, un torero de los años veinte, del que Andrés cuenta maravillas, pues fue el que le metió el toreo en la cabeza.

La vida profesional de Andrés está hecha al modo antiguo, dura y lentamente. Cuando se presentó en la desaparecida plaza de Vista Alegre en 1961 tenía casi treinta años. Ya no se llamaba «El Nono», sino Andrés Vázquez, quien triunfó en cuatro actuaciones que le lanzaron a torear ese año 25 novilladas. Debutó por fin en Las Ventas el 3 de septiembre del mismo año. Toreó cuatro tardes y salió tres a hombros con el consiguiente ruido mediático. Recibió la alternativa el 18 de mayo de 1962 de manos de Gregario Sánchez y fue testigo Mondeño. Cortó dos orejas y salió por la puerta grande. Toreó el 26, con Aparicio y astas y recibió el mismo premio. Estaba todo el pescado vendido. Fue el triunfador de la Feria de San Isidro de 1962. ¿Se le puede pedir más a un recién llegado, viniendo de pasar por carros y carretas, y no es metáfora, y alcanzar el Olimpo taurino?

Después vendría el fruto de la cosecha, toreando varios años en las más importantes ferias, y por fin el dinero. Pero también en estos años, del 62 al 68, llegaron las cornadas, algunas de ellas muy graves que le fueron pasando factura. En 1969 solo había toreado 10 corridas, que era la consecuencia de haber «perdido el sitio», frase acuñada por los antiguos cronistas taurinos. Pero Andrés no estaba vencido. En el verano de 1969 le contratan para una corrida en Madrid y volviendo donde solía corta una oreja. El 10 de agosto repite con una ganadería de las llamadas duras, el antiguo hierro de Albaserrada, adquirido por un vecino de Galapagar llamado Victorino Martín. Corta una oreja de su primero y en su segundo, que es el quinto de la tarde, de nombre Baratero, forma un lío monumental. Andrés, dándose cuenta de la bravura del toro, lo coloca cinco veces en el centro el ruedo y las cinco acude Baratero a la llamada del picador. La plaza era un clamor que yo nunca había visto ni he vuelto a ver en la suerte de varas. Andrés lo toreó de manera vibrante y brillante y lo mató de una estocada. Al toro se le dio la vuelta al ruedo y Andrés Vázquez, con tres orejas, abandonó una vez más la Plaza de Las Ventas en volandas por la puerta grande. Este día escribió la mejor página de su carrera lidiando un toro bravísimo a la antigua manera, a favor del ganadero, al que sin duda le había abierto un camino de futuro. Al año siguiente vendría la famosa corrida de 6 toros de Victorino con otro triunfo importante para Andrés y la confirmación de una ganadería de leyenda.

Este torero ha conseguido unos registros espectaculares en su carrera. Ha salido diez veces a hombros por la puerta grande de Madrid como matador de toros (sólo Camino, «El Viti» y Antonio Bienvenida lo han superado, pero con más corridas toreadas). Ha actuado siete tardes en Madrid en una sola temporada. Ha sido dos veces triunfador de las Ferias de San Isidro, en 1962 y 1970. Por otra parte tiene todo un récord de festivales benéficos toreados y especialmente fue el organizador del de las Hermanitas de los Pobres de Zamora durante muchos años, con importantes beneficios. También toreó otra corrida en Madrid para costear el monumento a Antonio Bienvenida que está a la puerta de Las Ventas. Por todas estas actuaciones benéficas se le concedió la Gran Cruz de Beneficencia de 1.ª Clase, que le fue impuesta por el Gobernador Civil en el ruedo de la plaza de toros de Zamora al final de una corrida de la feria, toreando a continuación, vestido de calle, un toro de Berrocal al que le hizo una faena memorable. .

Una biografía de lujo ésta de Andrés Vázquez, aquel «Nono» de sus comienzos tan poco prometedores, con una constitución física que no es la del prototipo de torero, pero con una afición, un coraje y una gran auto estima que lo llevaron a alcanzar las más altas cotas del toreo de su tiempo, como lo demuestra el homenaje que celebramos. Siempre he creído que con estos mimbres, este historial profesional y humano de Andrés Vázquez, está pidiendo a gritos un guión para una película taurina.

Andrés, larga vida y felicidades, maestro.