El de huelga es un derecho consagrado en la Constitución y que como tal debe ser respetado y protegido. El derecho a trabajar también está consagrado en la Constitución y por lo tanto debe ser igualmente respetado y protegido. El primero asiste a todos los trabajadores, el segundo no, al menos no a los cinco millones de trabajadores que no tienen empleo y de los cuales, la mitad lo han perdido en los últimos dos años sin que Méndez, Toxo, ni un tal Prieto, que esta semana arengaba a cerrar Zamora el 29, hayan hecho nada positivo para evitarlo.

El miércoles, todos los trabajadores tienen el derecho a no asistir a su puesto de trabajo, con excepción de aquellos que deban cubrir la proporción aprobada de servicios mínimos esenciales para la comunidad. A su vez, los empresarios y las administraciones tienen la obligación legal de abrir los establecimientos y centros de trabajo, entre otras cosas, para que aquellos trabajadores que no quieran secundar la huelga, puedan hacerlo con normalidad y seguridad.

Hasta aquí todo sería perfecto, pero eso no basta en un país donde sigue pendiente desde hace más de 30 años, porque no interesa a los sindicatos, el desarrollo de una ley de huelga que concrete y regule el marco en el que esta puede ejercitarse en libertad. Libertad para hacer huelga, libertad para trabajar. Libertad, una de las palabras más usadas, y de las que más sarpullidos levanta. Si algunos líderes sindicales apostaran por la libertad, no vendría un tal Prieto a anunciarnos, tono amenazante, con la presencia numerosa de piquetes. «Para garantizar el ejercicio libre de la huelga frente a las coacciones y presiones de los empresarios para no secundar el paro», memez que ha dicho sin rubor.

Los piquetes servían en su origen, para explicar a los miles de trabajadores de las grandes empresas industriales de los siglos XIX y XX, las razones de los desencuentros con los patronos, que obligaban a tomar medidas drásticas de presión y coacción para alcanzar los objetivos sindicales pretendidos. En una huelga general del siglo XXI que se juega fundamentalmente en los medios de comunicación cada segundo durante días y días, no hay más piquetes que los que sirven para amenazar, coaccionar y en definitiva robar la libertad a los trabajadores.

Ante su actuación, habría que recordarle a estos lidercillos a los que se les va la boca y también la mano, lo que dijera Miguel de Unamuno a Millán Astray en la Salamanca del 36, «Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir».

Curiosidades de la vida, hace unos días en Barcelona, en plena polémica sobre los «liberados», descubrí en los carteles del llamamiento sindical al paro general del 29, que en catalán huelga se dice «vaga», y sonreí.

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