Salga el Sol por Antequera! Rajoy parece fiar su suerte al dicho famoso. Y ha tocado diana a los suyos en la plaza de toros de la ciudad que compendia en piedra las clásicas épocas de la Historia Prehistoria, Antigua, Media, Moderna... Ahora toca la Contemporánea, y el líder pepero se muestra decidido a dejar huella... si le dejan. No se le reprocharía que ambicionara pasar a la gran crónica como Mariano de Antequera Formaría curioso trío con el Efebo de Antequera (un bronce del siglo I que se guarda en el Museo Municipal) y Fernando «el de Antequera», el infante que recuperó la ciudad de la ocupación musulmana y la puso en el camino de un incesante progreso económico que permitió aumentar su incomparable monumentalidad que tiene su origen en la tópica noche de los tiempos. El grandioso dolmen de Menga constituye con los de Viera y El Robredal un conjunto único en el mundo. Antes de la Batalla de las Pirámides, Napoleón arengó a sus soldados: «Desde lo alto de esas pirámides cuarenta siglos os contemplan». Bien pudo Rajoy advertir a sus peperos que desde el interior del Menga, los observaban los siglos de los siglos.

Dejándonos de divagaciones por interesantes que nos antojen, hay que reconocer el acierto de Rajoy al ponerse al Sol de Antequera que si no es el que más calienta, tiene acreditada la buena suerte. No es floja señal el entusiasmo de la multitud que abarrotaba el recinto taurino. El líder del PP ponderó la insufrible cifra de desempleo, de pensiones reducidas y funcionarios castigados en sus haberes, de gastos fatuos y déficit creciente, de los jóvenes sin horizonte de trabajo, del crédito mal repartido... en suma, de la torpe gestión de un Gobierno que tiene suficientemente acreditada la inutilidad; en consecuencia, Rajoy se ofrece como remedio infalible. Ciertamente, nada nuevo en el discurso ostensiblemente hiperbólico por electorero. En definitiva, tramado sobre el cañamazo del interés partidario, al modo de todos los que se vienen prodigando como preocupante anticipo de arriscadas campañas por el voto. Hasta cierto punto es lógica la justificación de Rajoy: Habla de lo que hay, de lo que todo el mundo conoce y una inmensa parte del personal sufre en sus carnes, sin esperanza inmediata de alivio. Se le puede negar credibilidad a la argumentación; en ningún caso, a los datos que aparecen fehacientes.

Es probable que no pocos duden del futuro que promete Rajoy; es más probable que algunos teman el proyecto catalanista que Zapatero ha anunciado en la Fiesta de la Rosa de Gavá. En múltiples ocasiones, personalidades del Gobierno han exigido a la Oposición respeto y acatamiento a las decisiones de los tribunales. Resulta al menos sorprendente, el desparpajo al prometer esquivar la sentencia del Constitucional sobre el Estatut porque «genera disconformidad». Es lo que suele ocurrir con todas las sentencias: no complacen a todos. Y Zapatero pontifica: «Hemos tomado nota y vamos a llenar de contenido el Estatuto». No resulta absurdo preguntarse: ¿lo rellenará con contenidos no recurribles ante el Constitucional?

Apúntense esta frase de mitin: «Las promesas de Zapatero caducan como los yogures». Es de Artur Mas, antiguo comilitón del presidente. ¡Qué yogur!