Estos vuelos que no dan ni la hora, según remarcan los críticos. Los otros vuelos tampoco regalan nada: todo lo cobran. La comida, la bebida y el diario que te ofrecen gratis ya están incluidos en el precio del billete, de manera que si no los aprovechas estás tirando una parte del dinero. Francamente, prefiero elegir. Si puedo volar de Cataluña a la Toscana por 50 euros en el día y a la hora que me interesan (y por 25 euros si me adapto al día y a la hora de la mejor oferta), me da lo mismo que no me obsequien ni un vaso de mala naranjada. Ya beberé agua del grifo justo antes de embarcar o justo después de aterrizar, que al fin y al cabo solo son dos horas. Lo que cuenta es que la diferencia de precio entre una línea de bajo coste y las tarifas oficiales de las grandes compañías me permitirá disfrutar mucho más de la estancia: comer en mejores restaurantes, ir a espectáculos más interesantes, desplazarme hasta lugares más atractivos. ¿Creen que exagero? Vayamos entonces a los hechos: Volar de Barcelona en Londres, el viernes de la próxima semana, cuesta 90 euros con una compañía de bajo coste, y más de 789 euros al precio de tarifa de British Airways. Es verdad que las propuestas de bajo coste te dejan en Londres a medianoche, y que con la compañía de bandera puedes elegir entre siete horarios repartidos a lo largo de] día, pero vale la pena imaginar todo lo que se puede hacer con los setecientos euros ahorrados. Incluso si hay que restarles el coste de una noche de hotel suplementaria. Viajar a bajo coste tiene estas servidumbres: los horarios a menudo no son los más cómodos, las terminales de los aeropuertos que utilizan a veces parecen tiendas de campaña, y la tripulación se pasa todo el vuelo intentando venderte cartones de loto-rasca y paquetes de cigarrillos sin humo. Pero a cambio de tales sufrimientos, las compañías a ello dedicadas han democratizado el avión y todo lo que representa. ¿Vive usted cerca de Madrid, dispone usted de un miércoles libre y quiere aprovecharlo para comer pizza en Roma? Ningún problema: prepare cien euros por persona, y eso ya incluye el transporte hasta el centro de la ciudad.

Ida y vuelta. ¿A quién se le habría ocurrido, hace cuatro días, que volar a Roma y volver el mismo día era una idea aceptable? El diseño de «semi-sillas» para avión que se acaba de presentar consiste en no ir ni de pie ni sentado, sino apoyando el trasero en un saliente, una posición que permite atar con eficacia reglamentaria un cinturón de seguridad. Así se ahorra espacio, cabe mas gente dentro de cada aparato y las plazas se podrían ofrecer aún más baratas. La última vuelta de tuerca de los ahorros a disposición del bajo coste. A nadie se le ocurriría utilizar tal invento en un vuelo de seis horas, pero el de Madrid a Lisboa, por ejemplo, solo dura 70 minutos. Si a cambio de ir casi de pie pusieran el billete a 15 euros, más de uno se apuntaría: «Pepa, ¿nos escapamos a comer bacalao?».