Es de sobra sabido que en España el número de divorcios se incrementa al terminar los períodos vacacionales del verano, la Semana Santa o las Navidades. Los abogados de Familia y las estadísticas de los tribunales así lo han venido corroborando a lo largo de los últimos años. Resulta como poco curioso que, justamente, cuando la convivencia familiar se intensifica, sobrevienen los problemas. Debería ser al contrario puesto que las vacaciones son el mejor momento para compartir, descansar, dialogar, comunicarse, interrelacionarse, conocerse más y dar rienda suelta a los afectos familiares. Hombre, el índice mayor de rupturas recae en aquellas parejas que arrastran problemas de comunicación y diálogo, aunque ello no quiere decir que el resto esté libre. Lo cierto es que esta realidad es incuestionable. O eso era así hasta ayer, porque hoy este asunto ha dado un giro.

Los divorcios, lector y lectora queridos, cotizan a la baja. Se acabó el problemón que para muchos representaba la vuelta al hogar tras el período vacacional. La culpa es del cha-cha-chá de la crisis. Como lo lee. La estadística, como el algodón, no miente. En 2009, las rupturas matrimoniales entre las parejas españolas disminuyeron un 10,7%, bajaron los divorcios un 10,6% y se registraron un 12,3% menos de separaciones que el año anterior. Si el Instituto Nacional de Estadística lo dice, hay que darle el más absoluto crédito.

La actual crisis económica que venimos arrastrando como una pesada losa desde hace ya unos años, ha afectado a las parejas que ahora se ven obligadas a aguantarse más. Tener que pasar pensión, amén de pagarse otro techo bajo el que capear el temporal, echando cuentas, es muy arriesgado. Tanto recorte no da para sufragar lo de la ex y lo propio. El personal se ha acostumbrado a vivir bien y no soporta tener que hacerlo mal. Prefieren seguir compartiendo el mando a distancia de la tele a no disponer de él. Prefieren un lecho en condiciones, aunque sea el de la habitación de invitados, que la inseguridad de acabar, si no bajo el puente, sí en una pensión de mala muerte. Prefieren la comida caliente al amor de la mesa familiar, que comer un precocinado calentado al microondas. Eso sí, sin abandonar la idea o la intención de separarse.

Claro que a lo mejor esta situación hace recapacitar al personal. A lo mejor es más lo que los une que aquello que los separa. Incluso algunos pensarán, dada la situación actual por la que atravesamos en España, que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Eso, siempre y cuando la situación sea propicia y no haya nada que haga irreconciliable la posibilidad de permanecer juntos más allá del interés a causa de la crisis. Los juzgados de Familia van a tener menos trabajo. Todavía se separan muchas, todavía se divorcian demasiadas parejas, no cabe duda de que muchas menos, según el control estadístico, que hace tan solo dos o tres años. La valoración en semejante bolsa, señala que los divorcios cotizan a la baja.