Cambiar algo para que todo siga igual. Pero más viejo que el truco lampedusiano es la conocida fórmula eclesiástica para anular sin escándalo al que estorba: ascenderlo; promocionarlo para removerlo. No se andan con trucos y fórmulas farisaicas ciertos políticos para intentar seguir en el machito: prefieren no prometer cambios y ofrecer mas de lo mismo. Y si cambian, no lo explican: Es evidente que, forzado por las circunstancias, el Gobierno ha cambiado radicalmente su política económica y social; pero el Presidente se resiste a reconocerlo paladinamente, porque esto significaría asumir los errores cometidos en la gestión de la crisis. Así las cosas, parece sobradamente justificada su ausencia de la fiesta minera de Rodiezno donde hubiera visto trocados en hirientes silbidos los fervorosos aplausos de anteriores ediciones de la convocatoria; el miedo es libre, y la prudencia aconseja no desafiar a la fiera y esperar que se le pase el calentón que, por las trazas, no va a ser tan fuerte y general como habían supuesto políticos tanto de la izquierda como de la derecha y algunos comentaristas mediáticos.Ya hay quien creyendo advertir flojera estudiada en los convocantes de la huelga, se malicia que el Gobierno sabe que no debe temerla. No siempre el ejercicio de la política genera confianza, por lo que no hay que desechar las lucubraciones de los suspicaces; mas bien habría que concluir con el espectador precavido: no digo que sí ni que no, espero. Es la postura del Emérito sobre la participación de Batasuna o sucedáneos en las próximas elecciones; si son ciertas, como parece, as conversaciones de batasunos y socialistas, algo, por mínimo que sea, habrán convenido.

Pasadas las imperiosas vacaciones veraniegas, han regresado sus señorías al sacrosanto templo de la soberanía nacional. Si no con un «decíamos ayer» bien pudo José Bono reiniciar la tarea con un «diremos como ayer»; porque unos y otros, Gobierno y Oposición, han vuelto con el mismo discurso hosco, tramado sobre descalificaciones mutuas, preguntas con las del beri y respuestas «ad hominem»; el juego del mas -eres- tú.

Las incisivas féminas María Teresa y Soraya han contendido en su acreditado estilo que parece habérsele agriado a la vicepresidenta como se le han amojamado las réplicas. En resumen: mas de lo mismo pues no se ha acabado el régimen de zurriagazos que se daban antes de las vacaciones. No sorprende que se pronostique un curso parlamentario arriscado y difícil, pues los problemas son tremendamente graves, inevitablemente acuciantes y naturalmente polémicos entre los partidos abocados a un tiempo electoral que siempre exacerba los ánimos y atiza el fuego.

No es previsible que se anuncien cambios en la serie de procesos electorales que se avecinan. Y no hay que escandalizarte porque algunos candidatos sean repetidores; unos con merecimientos y otros sin ninguno apreciable. Decidirá el pueblo que suele acertar si no es obnubilado por la propaganda. Hace años conocí a un alcalde repetidor: Abadía se apellidaba y llevaba treinta años al frente de los destinos municipales de Jaca, una interesante ciudad rica en historia y monumentos importantes; con la sencillez y nobleza aragonesa, explicaba su caso: con ocasión de las primeras elecciones municipales, se propuso seguir de alcalde; escribió una carta a los vecinos donde les decía: me conocéis bien, sabéis lo que hecho; estoy dispuesto a seguir; vosotros decidís.

Lo eligieron y volvieron a elegirlo; así de simple y de claro debiera ser todo candidato que repite. Cuando las buenas obras avalan la trayectoria de un político, no es necesario prometer cambios; lo malo es que no prometa mudanzas el candidato sin el mérito de una buena gestión. Pero en política es muy natural el afán de repetir, aunque se atribuya en exclusiva a los dictadores. No sólo Fidel Castro merece ser llamado dinosaurio; más de un demócrata se pirra por el título.