Cada vez más en los últimos tiempos me hago la misma reflexión: «tanto luchar para intentar cambiar las cosas, para que el mundo sea mejor para nuestros hijos, y lo que vamos a dejarles son menos derechos, las cosas más difíciles, peores que las que tuvimos, que las que vivimos». ¿En qué nos hemos equivocado? ¿En qué hemos fallado? ¿Ha merecido la pena?

Hay más o menos estudiantes, más o menos profesores, más ordenadores indudablemente, nuevos programas, algunas reformas. En esencia un curso más, tan parecido a cualquier otro, para que los más jóvenes se formen para el mañana, para que tomen el relevo de los que hoy son sus padres y se quejan no sin cierta satisfacción del coste de los libros de texto y de lo que han crecido estos niños que no les vale la ropa del año anterior. Nuevos libros, caros, para seguir creciendo por dentro; zapatos nuevos, caros, para seguir avanzando hacia el futuro.

El futuro, su futuro, también el nuestro, se juega a pocos días de empezado el curso con la huelga general. Para que cuando sean un poco más mayores que ahora puedan tener un trabajo, fijo, sí, siempre que sean buenos trabajadores y buenas personas, que es lo que esperamos de ellos y lo que ellos esperan que nosotros, los más mayores, les podamos garantizar. Otra herencia no tenemos.

Otra herencia no podemos dejarles porque somos trabajadores, nada más. Nos corresponde intentar mantener y mejorar los derechos laborales: al trabajo primero, al desempleo si no hay trabajo para todos, a una pensión cuando estemos enfermos o seamos viejos.

No podemos dilapidar la herencia recibida porque costó mucho esfuerzo. No podemos consentir que se rebaje ni un solo derecho de los que se fueron consiguiendo con el esfuerzo de los trabajadores, con la lucha obrera, con la huelga, que es el arma pacífica en manos de quienes viven del trabajo de sus manos.

Hace un par de meses que a los empleados públicos les han bajado el sueldo. Les han tratado como cabeza de turco, para escarmentar, para que se sepa lo que le va a pasar a todo el mundo. Ha sido una medida ejemplar que se va a generalizar en las empresas privadas, en las que se dice que antes que despedir van a optar por bajar sueldos y jornada de manera transitoria. ¿Transitoria? ¿Hasta cuándo?

Se ha justificado la medida histórica que supone bajar el sueldo sin más porque los funcionarios somos un colectivo privilegiado, con trabajo fijo, si nos comparamos con los trabajadores de la empresa privada, sujetos a la posibilidad del despido libre.

Claro que la cosa no acaba aquí, porque ahora se habla de la dualidad del mercado laboral, en el que hay trabajadores con contratos indefinidos que si son despedidos tienen una indemnización aceptable, junto con otros que se van a la calle gratis cuando acaba su contrato temporal. Los primeros, los del contrato indefinido, son también los «privilegiados». Y por ello hay que rebajar sus derechos y facilitar el despido haciéndolo más barato.

El que tiene un trabajo temporal o indefinido pero con despido más barato, también es un «privilegiado» respecto a los cinco millones de parados. Por cierto, de esos cinco los hay que cobran el paro y hacen chapuzas ¡un fraude inaceptable y que hay que perseguir con contundencia! Así se reducen las cifras del paro, tan escandalosas que no pueden ser ciertas ¡vamos! De los pocos parados que quedan sin defraudar, muchos de ellos podrán trabajar si cobran menos -por eso se rebajan los sueldos- y si pueden ser despedidos sin más -por eso se legaliza hasta el despido preventivo.

Otra vuelca de tuerca a la pérdida de derechos: de sueldo, de estabilidad, de indemnización por despido, de protección en el paro…

Encima nos estamos haciendo más viejos, y el gasto en pensiones es cada vez mayor. Por cierto, gracias a las pensiones de los más viejos se están sosteniendo los jóvenes parados, precarios, las familias que tienen a todos los miembros en paro… El caso es que también hay que cortar por lo sano, y elevar la edad de jubilación un par de añitos más, para mantener el sistema ¡Otro derecho tirado por la borda!

Hay un detalle de nada que se les escapa: si la gente se jubila dos años más tarde, ¿no se aumentará el número de parados en la misma cantidad de los que prorrogan su trabajo? Habrá más parados jóvenes, seguro, pero se acabará con el «privilegio» de los jubilados jóvenes y sus vacaciones del Imserso.

Los que entre los cinco millones de parados quieran optar al trabajo privilegiado de los empleados públicos, preparando oposiciones para conseguir al menos entrar en las listas de empleo y bolsas de trabajo, sepan que su esfuerzo no va a servir de nada porque va a desaparecer la posibilidad de hacerlo con igualdad, mérito y capacidad, para que sean las empresas de trabajo temporal, las ETTs, quienes seleccionen a dedo a los trabajadores.

Los que trabajan en las administraciones como personal laboral, podrán ser despedidos si hay privatizaciones o déficits públicos… ¿Seguirán los funcionarios?

Los que trabajen en una empresa privada podrán ser despedidos sin más «por si acaso», con el nuevo despido preventivo, que se suma a los «mínimamente razonables»…

Los parados con suerte alternarán paro y precariedad…

Los pensionistas serán más viejos y sus pensiones congeladas…

«Aprovecha el Curso. Estudia, hijo, hija, prepárate para cuando seas mayor. Lucha por tu futuro».

Yo también lucharé, el día 29 en una Huelga General en la que estaremos juntos. Por nuestros derechos. Por los vuestros. Por los que heredamos de la historia. Por los que nos quedan por conquistar.

Nos vemos en la calle. Merece la pena.