Qué empeño ponen algunos en avivar aquello que nos separa en lugar de potenciar lo que nos une. No pasa un solo día sin que se nos cuente que en Cataluña y Baleares, fundamentalmente, se está relegando el idioma común a más de trescientos millones de hispanohablantes, a favor de la lengua autóctona. Tengo clavadas, cuando se celebraba la final del Mundial de Fútbol, las palabras de una joven entrevistada en Barcelona que abogaba por la Selección Holandesa ya que si tenía que elegir entre «dos países extranjeros», prefería que Holanda ganará a España a pesar de Puyol y todos los demás jugadores del Barça que ese día hicieron historia.

Hay cosas que duelen. Cómo es posible que se esté inculcando ese odio a todo lo que está más allá de la linde autonómica catalana. Jamás lo diría yo del Barça y eso que soy del Real Madrid. Pero cuando el equipo de Guardiola juega con otro extranjero de inmediato me decanto por el conjunto catalán. A este paso nos van a hacer cambiar también a nosotros, van a conseguir ponernos en su contra. Tanto apartarnos como si fuéramos apestados y, ya ve, gracias a la mano de obra de españoles de Castilla y León, de Andalucía y de Extremadura, entre otras comunidades, Cataluña ha tirado para adelante. Hay muchos apellidos castellanos y andaluces mezclados con otros inequívocamente catalanes.

Empezar a buscar un Rh distinto, hacer una limpieza, catalanizarlo todo, me suena y le suena a mucha gente a nazi. Precisamente Cataluña, tan avanzada siempre, tan solidaria, tan capaz, no puede hacer lo que los medios de comunicación y muchos ciudadanos de aquella Comunidad cuentan, con respecto al uso del catalán y en contra del castellano. También Baleares empieza a aplicar un rasero a todas luces inconveniente. Da fe de ello lo ocurrido a un ciudadano francés que tras sufrir un problema de alojamiento, diccionario en mano y con un español bastante aceptable, rellenó una hoja de reclamaciones que puso a disposición de la Consejería de Turismo. Cuál no sería su sorpresa cuando semanas después recibe una contestación en catalán.

La indignación todavía le dura al buen señor. Él, que quiso ser amable y dirigirse en la lengua oficial del país, fue ignorado olímpicamente, por lo que contestó en francés y todavía está esperando respuesta. Siendo grave lo que cuento, todavía lo es más el hecho de que según la reglamentación que rige en la Consellería, el único idioma amparado por la legislación es el catalán, según el decreto de Normalización Lingüística y, salvo que exista una petición expresa a la Administración, no se utiliza para nada el castellano. O sea, que los turistas que visiten Baleares deberán aprender catalán.

Vale ya de tanto rizar el rizo. Vale ya de hostigar a turistas, visitantes de un día y ciudadanos residentes que no saben hablar catalán. En las tiendas y en la hostelería, el problema empieza a ser agobiante para los de dentro y también para los de fuera.