Me voy a dirigir hoy al líder de la oposición en España y, aunque es una tónica en sus manifestaciones públicas, quiero referirme a dos expresiones recientes, aunque no sean nuevas. «El señor Rubalcaba debe explicar a la oposición y a todos los españoles qué está haciendo con los presos de Eta y por qué» y «el PP no se resigna a la situación del paro y los parados sin ingreso alguno en su casa».

La primera expresión es una muestra más de la ingenuidad del señor Rajoy, que lo ha llevado a ser engañado una y otra vez por aquellos a los que se «opone». Siendo muy optimista, admito que el señor Rubalcaba diga «qué» está haciendo en el asunto cuestionado. Lo de «por qué» es inimaginable. No lo ha hecho ante interpelaciones tan fuertes como las del señor Floriano en relación con el caso «Faisán», muy parecido a las actuaciones actuales en cuanto a la intención, declarada por el que hoy es miembro del Poder Judicial; ni lo hará dando una explicación que tal vez tuviera que remontarse a seis o siete años atrás. El acercamiento de los presos de ETA al país vasco puede ser, no «la zanahoria» para la destrucción de la banda, sino el temor al «palo» que ETA pudiera dar ya en las próximas elecciones autonómicas y municipales. El señor Rubalcaba es un maestro en la manera de eludir la contestación a una pregunta enojosa con un silencio continuado o con una «larga cambiada» acusando de conducta insidiosa al interpelante, sin explicar dónde está la insidia.

En cuanto a la segunda expresión, mi respuesta será quizá más amplia. Y no puedo incluirme en «el PP» ni en ningún otro partido: juré allá por 1936, cuando todavía era un niño, que nunca pertenecería a ningún partido político; y lo cumplí cuando casi era obligatorio pertenecer al Partido Único; y obligatorio, sin casi, jurar los Principios Fundamentales del Movimiento para ocupar una plaza de profesor numerario; también fui el único «consejero local del Movimiento» que llevaba camisa blanca, y fui «consejero» porque el alcalde decidió que lo fuéramos los cinco tenientes de alcalde y el resto se plegó a su deseo, con mi voto no.

Yo tampoco me resigno a la desoladora situación de esos millones de parados y esas familias (más del millón) que no ven un ingreso en sus hogares. Por eso hago lo que puedo al escribir este artículo, en el que no arriesgo nada, porque nada y nadie soy. Y recuerdo que escribí otro en contra de una moción de censura en condiciones ordinarias. Mi argumento tenía como base que los 350 «representantes» del pueblo no deberían suplantar al pueblo que manifestó su voluntad en unas elecciones generales.

Usted, señor Rajoy, pidió claramente «elecciones anticipadas» y también lo hicieron, incluso alguno repetidas veces, otros partidos políticos. Ya se le contestó, también con claridad meridiana (a otro partido con desprecio a su condición de representante nacional y falta de educación ante una mujer), que convocarlas no estaba entre sus atribuciones, aunque a usted no se le dijo (era imposible) que sólo tenía un escaño. Y, como otras veces, se le recordó su desventaja en dos ocasiones anteriores. No sé si usted confiará en las encuestas, que hoy le dan varios puntos de ventaja entre el pueblo; también su buena memoria lo avisará de que el 10 de marzo de 2004 las encuestas le eran favorables y el 14, mediante una hábil utilización del 11M y sus «circunstancias», personificadas en algunos policías (recuerde al señor Rubalcaba de entonces), la realidad le fue adversa. Si tiene buenos investigadores, encárgueles que averigüen qué se le prepara para las próximas municipales y autonómicas y, sobre todo, que se avecina para las generales de 2012. Si lo hacen bien, evitarán otros «batacazos».

Tal vez le conviniera aceptar el reto de lo único que está en su poder y lo único, también, que respondería de manera clara a esa «no resignación» ante la situación del paro. Como usted, yo estoy casi seguro de que la moción sería derrotada. Pero sería una magnífica ocasión para conseguir la ratificación popular de las prometedoras encuestas, ante un programa convincente. Y para los restantes partidos políticos, podría ser un llamamiento a sus conciencias, si todavía en algunos la conciencia vale tanto, por lo menos, como las ventajas que se obtienen en un repugnante «mercadeo». Se verían expuestos a un fracaso electoral (con sus inevitables consecuencias), si, presentando un programa atractivo y solucionador de la situación agobiante, usted, señor Rajoy, descargara sobre su conciencia y su deber con el pueblo español la responsabilidad de no apoyar una oportuna y necesaria moción de censura.

Yo no me resigno y escribo estas torpes líneas (que es lo que está en mi poder). Usted, señor Rajoy, dice que «no se resigna»; ni el PP, el partido que usted preside, tampoco. ¿Qué hará, en virtud de esa «no resignación», sabiendo que unas elecciones anticipadas no están a su alcance, y convocadas -imprevisiblemente-, podrían, con gran probabilidad, serle adversas?

Hurgue en la conciencia de esos dirigentes de partidos a los que no satisfacen ni la Reforma Laboral ni otras medidas adoptadas por el Gobierno; negocie con ellos las medidas de cuya «no consensuación» (hasta mi ordenador se escandaliza del «palabro») se quejan; vea si puede algo más que pronunciar frases bonitas ante el público entregado de sus votantes. Eso ya lo hacen otros que tienen en su poder hacerlo mejor.