TTras haber escrito que Dios está de sobra en el universo, Stephen Hawking puede ser objeto de una de esas fatwas incruentas que de vez en cuando dictan los sectores más castizos de la grey, pero sería un error. En realidad, aunque la existencia del universo haya sido mero fruto de las leyes físicas, técnicamente eso no quiere decir que Dios no exista. No existiría ya en cuanto trabajador con un solo día de descanso semanal, pero esa idea de Dios era un tanto primaria, y fruto de nuestra pasión por crearlo a Él a nuestra imagen y semejanza. La idea más creíble de Dios sería la de un ser más bien ocioso (de hecho la gente entiende así «vivir como Dios») y ocupado en asuntos de importancia, como la eterna disputa entre el ser y la nada, o la pura poesía, que ya para los renacentistas nacía del dolce far niente. Ante una teología basada en la pereza divina Hawking se quedaría sin argumento.