Están los ayuntamientos y la Diputación de Zamora como para devolver los 7,4 millones de euros que le reclama el Ministerio de Economía, que fue demasiado optimista en 2008 y remitió ese dinero a las haciendas municipales con cargo a la participación en los tributos del Estado. O sea que los de Hacienda pensaban que iban a recaudar más y como no lo hicieron por la crisis económica, pues ahora piden cuentas. Y todavía falta la liquidación de 2009 que como sea igual, o sea también a pagar por parte de los municipios, pues eso, que habrá que cerrar los consistorios y que venga a gestionar los pueblos los comendadores, como antaño.

Las cantidades dan vértigo. Economía demanda a la Diputación Provincial 4,3 millones de euros y a los municipios el resto, hasta llegar a eso, a los 7,4 millones, una pasada. El Ayuntamiento de la capital tendrá que devolver más de un millón de euros, Benavente 328.0000 y Toro 185.000. Más de cuarenta municipios tienen que «apoquinar» 10.000 euros por barba, cantidad que en muchos casos supone más de un cinco por ciento de sus presupuestos, una barbaridad.

Lo de los cálculos erróneos ya huele. Aquí todo el mundo se equivoca y quiere que las equivocaciones las paguen otros, precisamente los que no tienen culpa ninguna. La crisis económica que nos corroe no hubiera sido tal si quienes tienen la obligación, por sueldo y por ley, de prever lo que va a ocurrir con la economía hubieran hecho bien su trabajo. Gurús, asesores, empresas especializadas, consultoras de todo tipo, especialistas en finanzas, gabinetes de bancos superprofesionalizados, una caterva inmensa de «yupis» extraordinariamente remunerados se quedaron mudos antes de la crisis y ni tan siquiera vieron las nubes que venían preñadas de pedrisco, cuando su trabajo

El Gobierno está tardando en buscar una solución para que los ayuntamientos no tengan que pagar los platos rotos de algún mal previsor muy bien pagado. Moratoria o, mejor, condonación de esa supuesta deuda porque no están los tiempos para quitar fondos de unos presupuestos que ya están en el pozo. Los errores que los paguen quienes lo han cometido y, no, como ocurre muchas veces, los últimos de la cadena, los más débiles.