Comentarios hay para todos los gustos, porque a nadie deja indiferente encontrarse en plena Plaza Mayor de Zamora y en la renovada y renacida calle de Balborraz, con unas modernas muestras escultóricas o pictóricas, supuestamente relacionadas con el río cercano, y que forman parte de la exposición organizada por el Ayuntamiento de la capital dentro de su programa cultural del verano.

No es nueva por estos lares urbanos la idea de mezclar lo antiguo con lo nuevo, lo histórico y lo artístico con las formas de expresión contemporánea del arte o del supuesto arte en algunos casos. Hay a quien le gusta o lo divierte o lo distrae o lo contempla con benevolencia y hay quien, sin o con matizaciones y explicaciones, lo rechaza y lo considera un camelo y nada más, indigno del marco en que se asienta. Ya hace muchos años, más de veinte, en una de las antaño prestigiosas bienales zamoranas, las calles del casco antiguo sirvieron de asiento a numerosas muestras de escultura abstracta, que tuvo éxito por lo original de la propuesta, y desde entonces la experiencia de situar obras modernas en entornos clásicos se ha repetido en la ciudad, con resultados bastante diversos, siendo la más representativa la muestra escultórica de Baltasar Lobo, ahora en las proximidades del Castillo que iba a convertirse en su museo.

La apuesta aunque no sea tan novedosa es llamativa y desde luego que llama la atención, que es de lo que se trata, dentro del ámbito de actuaciones emprendidas en Balborraz, con sus iluminaciones, exposiciones, conciertos, y artesanía. Hay que aprovechar el buen tiempo y el conjunto de actividades en la zona pudiera calificarse, al menos hasta ahora, como resultón. Gusta, en general y sirve para dar vida a la parte vieja de la ciudad, muy decaída en otros aspectos importantes, como el comercial, lo que significa el económico. El programa del verano parece voluntarioso e imaginativo, a la espera de datos que confirmen o no el grado de aceptación por parte del público local y de los visitantes acerca de la vasta oferta realizada desde el Ayuntamiento y que incluye algunas iniciativas discutidas por sus precios.

Lo malo es que parece que aunque buena parte de estas actividades se lleven a cabo pensando más en los turistas que en los zamoranos, esto del turismo sigue sin funcionar suficientemente, aunque no se deje de intentar su promoción. Es un terreno muy complejo y muy competitivo dado que todas las provincias y todas las regiones tienen bastante que ofrecer, pues lo que no hay en un lado lo hay en el otro, y así. Puede que competir a base de piedras, se trate de templos románicos, de castillos restaurados o de bonitas rúas históricas, sea más complicado y difícil de lo que pudiera parecer, por lo que se añaden otros recursos actuales pero cuya eficacia está aún por comprobar. Y no solo ocurre en Zamora sino en toda Castilla y León cuyo turismo de interior no acaba de obtener los frutos apetecidos. Desde la Junta habría de revisarse la política que se viene manteniendo en esta materia. Hay alicientes bastantes, de todo tipo, género y condición para atraer más turismo, pero hay que vender mejor la mercancía. Y por lo que a Zamora respecta, tampoco empecinarse en el turismo como única tabla de salvación.