Cuando los años de la tierra se cuentan por miles de millones, los 30 que pasó Jesús en la tierra son como un día o menos que un día; como un instante que, sin embargo, contiene en sí todos los tiempos; porque él es anterior a todo y todo se mantiene en él. 30 años que Jesús, Dios y hombre verdadero, pasó haciendo el bien, sembró la tierra con su palabra, la regó con su sangre, «sangre y agua", y terminó muerto en la cruz, pero Dios lo resucitó. Los apóstoles son testigos. Según el evangelio de Lucas comenzaron esos años con la aparición del ángel Gabriel al sacerdote e incrédulo Zacarías a quien le anunció una gran alegría. Zacarías, al salir del santuario, no pudo bendecir al pueblo porque se había quedado mudo. Después se apareció a María de Nazaret y la colmó de alegría con la concepción virginal de su hijo e Hijo de Dios. Nueve meses más tarde un coro de ángeles anunció a unos pastores de Belén el nacimiento de Jesús y los llenó de alegría. Siempre de acuerdo con Lucas, aquellos años terminaron con la Ascensión de Jesús que, al separarse de sus discípulos, les dejó un reguero perenne de alegría. Nunca el cielo había derramado tanta alegría sobre la tierra.

Lucas es el único evangelista que menciona la Ascensión de Jesús resucitado y la menciona dos veces: en su evangelio, el mismo día de la resurrección, y en el libro de los Hechos 40 días después. Un templete circular recuerda el lugar y guarda una piedra marcada por los pies de Jesús antes de la Ascensión.

En su evangelio sugiere Lucas el significado de este misterio. Jesús sale del cenáculo con sus discípulos camino de Betania y al llegar al monte de los Olivos, alzando sus manos, los bendijo. Nunca había bendecido a nadie según Lucas. Al principio del evangelio Zacarías no pudo bendecir al pueblo y el pueblo, que esperaba orando, se quedó sin bendición. Pero al final Jesús resucitado bendice a sus discípulos, que postrados le adoran. El antiguo sacerdocio y el antiguo pueblo de Israel son suplantados por un nuevo sacerdote, Jesús resucitado, y por un nuevo pueblo, el pueblo cristiano. Porque en aquellos discípulos que adoraban a Jesús resucitado estamos representados y somos bendecidos cuantos también lo adoramos. Mientras Jesús los bendecía y ellos lo adoraban, se separó y era llevado al cielo. Ni Jesús volverá a pisar la tierra ni la tierra albergará a otro Cristo-Mesías. Llenos del Espíritu y de alegría los discípulos regresaron a Jerusalén. Es su tiempo y nuestro tiempo, el tiempo de la Iglesia. Tiempo de dar testimonio de Jesucristo y de alabar a Dios.