Gastamos mucho. Quieren concienciarnos de que gastamos mucho en sanidad: que nos ponemos malos; que vamos demasiado al médico; que llenamos el botiquín de pastillas que no nos vamos a tomar nunca porque antes se nos pasa el dolor.

Quieren concienciarnos de que todo eso supone un gasto enorme para las arcas públicas, y de que además no es justo, por ejemplo, que los pensionistas tengan los medicamentos gratis, mientras que las familias de parados y precarios con hijos tienen que pagar por las recetas.

Quieren concienciarnos de que esto es insostenible porque cada vez somos más viejos y vamos más al médico. También nos dicen que hay más inmigrantes con derecho a recibir gratuitamente, como los autóctonos, atención del sistema público de salud.

¡Hasta existe el turismo sanitario! Gente que viene unos meses de vacaciones para ser operada en un hospital español, previo convenio con el país del que proceden. Y debe ser verdad.

La escasez de tiempo que el médico tiene para atendernos, unido a las listas de espera, van concienciándonos poco a poco de que las cosas no van bien, y hay que tomar medidas.

Los responsables políticos han insinuado a veces, tímidamente, lo del «copago» de los servicios de salud, como forma de evitar que vayamos al médico por cualquier tontería que nos asuste. Pagar por consulta o por radiografía o porque te ausculten, puede disuadir a los que utilizan estos servicios como quien va a tomar un café al bar de la esquina? Que yo no he visto a gente así, pero dicen que existe, y que van al médico a pasar el rato en la sala de espera charlando. Lo mala que es la soledad? ¿no deberían ir al psicólogo clínico?

El caso es que como lo del «copago» tiene bastantes detractores entre los asiduos del médico de cabecera o de familia, y además puede traer consigo el indeseado efecto de disuadir sólo a los pobres que no pueden pagarlo aunque estén enfermos, el último globo-sonda lanzado por los ahorradores del Gobierno ha sido la factura en la sombra.

Se trataría de dar una factura a los que son atendidos en urgencias o en el hospital, en la que se detalle todo lo que ha costado su paso por el servicio, ¡no para pagarlo! -tranquilos de momento pero alerta- sino para concienciarnos de lo que cuesta.

Vamos, que cuando salgamos tan contentos si ha habido suerte, nos espera la facturita para crearnos mala conciencia por haber sido tan onerosos al sistema público de salud. Y lo mismo si no ha habido suerte? y encima hemos colaborado en acrecentar el déficit público.

Hace falta ser refinadamente perverso para semejante ocurrencia, o que la crisis sea tan grave que obligue al Estado a colarse en la recuperación de los enfermos cuando llegan a casa, para que añadan a su débil estado físico un estado anímico con conciencia de culpa.

Los responsables políticos de la sanidad que han ideado semejante tortura psicológica para los atribulados enfermos, deberían hacer lo mismo con su actividad: recibir una factura de su coste al erario público. Mucho mejor: recibirla nosotros, los presuntos enfermos de hoy o de mañana, para que sepamos cuánto nos cuestan los que urden estos sofisticados sistemas de recorte del gasto sanitario.

De hecho ya hay quien está elaborando el coste del sistema político y pidiendo que se recorten sueldos, puestos y cargos innecesarios. A ver si nos hacemos con esas facturas para canjearlas por la que nos entreguen a la salida del hospital.

Por cierto, ¿quién va a entregarnos la factura en la sombra? Espero que no obliguen a hacerlo al personal que nos atiende, y que puede sentirse culpable por contribuir con su trabajo y su escaso sueldo a aumentar la factura.

El caso es que por aquí andábamos pidiendo un hospital para Benavente y la zona norte, más especialidades para los centros de salud, más ambulancias para evitar los largos recorridos de los enfermos con algún tratamiento que no recibe en su pueblo? Y pidiendo que se incluya en la sanidad las prótesis dentarias y las gafas, y la atención psicológica necesaria?

¡Ilusos e ilusas! Lo que nos van a dar es una factura, en la sombra de momento, pero que cualquier día saldrá a tomar el sol, cuando estemos concienciados del «copago».

A menos que tomemos otra conciencia? de clase, por ejemplo.