En medio del bélico trajín cotidiano qué bien viene una fiesta y una siesta. Esta fiesta de hoy me viene como anillo al dedo para descansar, para darle a mi body serrano lo que le hurto todos los días, y con mi body, también a mi mente y me atrevería a decir que incluso a mi espíritu. Si, además, la fiesta es San José, ya ni le cuento. En Valencia la cosa está que arde, sin embargo por aquí está más calmadita, porque el fuego no forma parte de las costumbres y tradiciones de Zamora, como no sea el que ilumina las antorchas en Semana Santa y el otro más desgraciado que calcina el monte, de la mano asesina del pirómano.

Dicen que España sigue siendo el país de Europa con más fiestas. A lo largo de estos últimos años nos han quitado un montón de las de toda la vida, hasta el punto de llegar a dar al traste incluso con el refrán aquel de: «tres jueves hay al año que relucen más que el sol?». La tendencia es clara, quitar las fiestas de origen religioso y dejar las meramente profanas. Todo lo quieren hacer tan de golpe, antes de marcharse o de que los echen, que no dejan a la gente aclimatarse. Si el deseo de unos pocos debiera elevarse a consulta popular, a buen seguro recibían un varapalo. Habrá quien prefiera importar las fiestas.

Somos así, de esta forma de ser tan curiosa. Despotricamos del velo en la Iglesia, del hecho de que debiéramos acudir a misa con una miaja de decoro en el vestir, pero cuando acudimos a un país árabe, nos tapamos hasta la cara si es preciso y lo hacemos sin rechistar. Ni para nosotros, ni para nuestras verdaderas raíces somos. Aunque lo ajeno sea malo de solemnidad y nos perjudique, lo preferimos antes que lo nuestro. Ni siquiera nos aplicamos aquello de «Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer». Nos abonamos a lo «por conocer» que nunca es mejor y nos quedamos tan oreados, más anchos que largos.

No quiero que se me pase por alto felicitar a mis Pepes y a mis Pepas. Desde aquí, un beso y un abrazo para José Ángel Castaño, una personita a quien llevo en los adentros y que junto a su hermano Marco Antonio es para mí, con el permiso de Dori, su madre, como mi hijo hasta el punto de que a veces incluso ejerzo. Beso que se hace sonoro hasta llegar a la mejilla de María José Martín, una señora estupenda con quien comparto muchas cosas hermosas, la mejor de todas: nuestra amistad. Beso, también especial, para José Luis González Calvo, a nuestra condición de amigos del alma se suma otra importante, es mi dentista. Para José Luis Calvo Rosón el beso con el mejor sabor, sabor a leche Gaza. Para mi siempre compañero y amigo José Blanco Baladrón, director de Onda Cero, la voz más bonita de la radio en Zamora. Beso y abrazo que viaja hasta El Puente de Sanabria para hospedarse en La Chopera y quedarse junto a Pepito, allá en su Sanabria y la mía. Para mi sociólogo de cabecera, mi buen amigo José Manuel del Barrio. Para José Pedro Diego de la Torre, no me queda otra, un beso y una flor. Sin olvidarme de José Carreño, un cielo de persona; José Carlos Paterno; José Ángel Martín Carbajo; José Campos, aunque ahora pare con sus huesos en el norte. Más besos y abrazos de felicidad para José María Barrios, un señor que ejerce de señor. Para Pepa Chicote, a quien siempre recuerdo con mucho cariño. Para Pepe Herrera y para Pepe Bahamonde. A todos y a todas, felicidades.