Las pequeñas tiendas de barrio, negocios familiares sin pretensiones en los que se surtía el ama de casa, han desaparecido engullidas por un nuevo orden social que impone nuevos horarios y nuevas formas de vida. Los grandes almacenes textiles que se nutrían en la capital zamorana y en Benavente de los clientes procedentes de los pueblos de la provincia tuvieron que olvidarse definitivamente de aquellos tiempos en los que los compradores acudían a la ciudad como destino único en el tren o en autocar. Primero fue la movilidad en medios de transporte privados y después las franquicias y las grandes superficies. Las pequeñas tiendas zamoranas han hecho frente a los nuevos tiempos y han pagado un alto peaje por haber carecido de una estrategia común. Muchos han seguido los consejos de la patronal, Azeco, y han cambiado el viejo esquema del colmado por tiendas informatizadas y especializadas, pero el esfuerzo, aún siendo notable, es insuficiente.

El pequeño comercio se ahoga en una guerra con varios frentes abiertos: la competencia de las grandes superficies que disponen de un mayor margen financiero tanto en política de precios como en pagos a proveedores; un perfil de consumidor que cambia y que exige horarios compatibles con la jornada laboral; una crisis que ha provocado una contracción brutal del consumo y las dificultades para amortizar y obtener nuevos créditos bancarios con los que sanear los negocios. El resultado es el lento goteo de cierre de establecimientos.

La patronal calcula que durante el pasado año echó el cierre uno de cada veinte negocios en la provincia, lo que se tradujo en una pérdida de empleos asalariados y un goteo de trabajadores autónomos que suelen regentar en la mayoría de las ocasiones estas microempresas que sostienen buena parte del sector servicios, el de más peso en la precaria estructura de empleo de Zamora. Más de seiscientos autónomos se dieron de baja de la Seguridad Social sólo en los últimos doce meses.

En los próximos meses el comercio tendrá que asumir un nuevo desafío, el ajuste al nuevo marco legislativo europeo con una directiva que abrirá aún más los mercados a la instalación de grandes superficies. La trasposición de la norma supondrá poner punto y final a las restrictivas leyes de comercio que hasta ahora ha mantenido la Junta de Castilla y León. Los pequeños comerciantes temen, con razón, que esa liberalización les dé el golpe de gracia. Y por si fuera poco, el Gobierno anuncia una subida del IVA que tendrá inmediata repercusión sobre el consumo.

Los dos últimos años los comerciantes zamoranos han capeado la situación estrechando los márgenes de venta un 15%, reduciendo los productos en las estanterías y utilizando las rebajas como colchón sobre el que amortiguar el descenso del negocio. La imposición fiscal que pretende el Gobierno choca frontalmente con una de las peticiones del sector, que es la reducción en un 5% del sistema de módulos por el que tributan la práctica totalidad de las empresas. Los empresarios acusan al Ejecutivo de pretender únicamente el afán recaudatorio. De hecho, la Agencia Tributaria acaba de reconocer que en 2009 la recaudación en Zamora por este concepto, que grava por igual a rentas superiores e inferiores, ha descendido en más de un 40% en dos años.

El pequeño comercio necesita, pues, estímulos a sus promotores que deben nacer de dos vías distintas. La colaboración con las administraciones locales en campañas de promoción ha dado sus frutos. Loables son iniciativas como la nueva edición de la Feria del Stock que permite a las tiendas rematar existencias de temporada y a los consumidores comprar calidad a precios bajos. Aunque la ayuda más eficaz de las instituciones sería la de líneas de financiación ágiles que liberaran al pequeño empresario de la asfixia en la que le han sumido los bancos. Los créditos Ico que acaba de anunciar el Gobierno pueden ser otra solución, pero para ello deben ser ejecutados con mayor celeridad de lo habitual.

Los propios comerciantes deben buscar alternativas como las que ya han puesto sobre la mesa los industriales del casco antiguo con la creación de grupos de promoción por especialidades que logren abaratar el precio de la mercadería. Tampoco parece apropiado seguir aferrándose a horarios ajenos a la demanda actual. Los comerciantes afirman que la apertura de las tardes de los sábados no es rentable, pero el flujo de clientes de la provincia hacia Salamanca y Valladolid demuestra que esos son el día y las horas que el público dedica con mayor frecuencia a realizar sus compras. Para fidelizar hace falta crear costumbre, como muy bien sabe todo el que trabaja detrás de un mostrador. Y el buen arca dejó de ser garantía absoluta de venta incluso para el mejor de los paños hace ya mucho tiempo.