Corresponden a parcelas de grandes dimensiones y aunque daban lugar a diversas tipologías de vivienda se distinguían por la característica común de su tamaño que nos permite denominarlas como casonas. Este concepto habría que aclararlo, visto en la perspectiva del significado de las casas de vivienda en el Antiguo Régimen. En nuestra ciudad todavía en el siglo pasado se encontraban en pie y ocupadas la mayor parte de este tipo de casas. Sus fachadas de composición muy simple, basada en una disposición regular de sus balcones, y cerramiento de sillares de piedra arenisca lisos sin molduración alguna, constituían el reflejo de una sociedad estamental, de funcionarios acomodados o de rentistas con tierras en la provincia. De categoría inferior eran las que tenían fachadas pintadas y los huecos con guarnición de piedra. Estas casonas no solían servir para una sola familia; en ellas se cobijaban hasta tres generaciones de criados y dependientes de otras actividades como comercio, e incluso contaban con despachos para administración de los bienes, etc. Los mayores hemos asistido a la conversión de estas casas para usos distintos a los de tipo residencial familiar tales como pías asociaciones, despachos, conventos, colegios, etc. Demostraron por la variedad y tamaño de sus habitaciones que podían responder a las nuevas demandas que se producían en la ciudad. Todavía es posible ver algún viejo caserón haciendo el papel de edificio empresarial. Pero la mayoría de ellos han sido objeto de la especulación inmobiliaria y trasformados en bloques de viviendas. El daño por esta actuación continuada tiene varias perspectivas. En primer lugar esta edificación, que la podríamos denominar como intemporal pues había sobrevivido a los cambios de estilo de las modas que se han ido incorporando a la forma urbana, constituía el modelo a partir del cual se desarrollaba la organización de la forma y estructura de las viviendas que forman el tejido de la ciudad. Como disponían de una parcela amplia, tenían fondos libres de terreno que podían destinarse a diversos usos, como almacenes de grano, despensas de matanza, criaderos de animales, huertos, etc. Eran pues unidades que podían acoger las más diversas funciones.

La desaparición de estas casonas, aparte de elevar el número de unidades de viviendas y de la ocupación del suelo, quitó posibilidades para las nuevas dotaciones que debían acompañar a esta nueva zona residencial. La ciudad se ha masificado en el sentido de que todo es lo mismo, todo se rige bajo un concepto utilitarista y monótono en la ciudad. Además se producen otro tipo de efectos. Como los amplios fondos del solar permiten ocuparlos con nuevos bloque de vivienda, o bien se recurre a abrir nuevas calles que tienen que tener continuidad con las del resto de la ciudad, o bien se dejan todos los accesos supeditados al escaso frente a la calle previsto en origen. Si se hace un recorrido por este tipo de intervenciones se puede ver la dejadez con que han sido tratados estos espacios interiores. Las más estridentes son las medianeras que exhiben sin pudor al paisaje, sus desnudas paredes encaramadas sobre las murallas.

Sería interesante tratar de catalogar toda esta arquitectura anónima que no ha tenido la protección de la edificación catalogada y que era tan rica y original en la organización de sus plantas y la variedad de sus espacios.

Esta actuación implacable con las casonas, como la que se ha llevado en nuestra ciudad, es la que nos diferencia de otras ciudades de nuestro país y del extranjero y eso lo percibes en lo poco que conoces de otras ciudades: los hoteles. En Cuenca, mi hotel estaba encaramado sobre el río pero originalmente era un bloque de viviendas. En Italia, el edificio barroco está compartido entre un hotel, apartamentos y oficinas. En Oporto, el mejor hotel de la ciudad está compuesto por la unión de tres antiguos bloques de viviendas, etc.

El panorama que ofrece nuestra ciudad no es nada halagüeño, pero es importante que lo sepamos asumir si es que queremos establecer un punto de partida válido y el cambio de rumbo que le podamos dar. Qué es lo que podemos hacer de nuestra ciudad. Y cuáles son las oportunidades que todavía nos quedan, pero ¡ojo!, que las podemos seguir derrochando como así ha sido en el reciente pasado.