Abortado en su día por el Gobierno de la nación y por el Parlamento el pretendido referéndum que el ex lehendakari Ibarreche había parido, y felizmente superada la larga noche de los nacionalistas vascos tras el pacto entre PSOE y PP, parece que la dinámica independentista fue recogida por grupos catalanes que hace unos meses y a modo de consulta sin la menor legitimidad, sólo por curiosidad como si se dijese, organizaron un plebiscito entre los ciudadanos del municipio de Arenys de Munt para ver qué les parecía a ello la cosa. Y como acudieron vecinos a las urnas, aunque menos de los que los minoritarios colectivos promotores de la cuestión esperaban, y como la mayoría de los participantes votaron por la independencia, enseguida se animó el cotarro y se organizó una nueva consulta catalana pero esta vez nada menos que en 166 municipios de la región, como una especie de ensayo general para un posible referéndum que saben que legalmente nunca se celebrará.

De todos modos, el resultado ha sido la mar de elocuente en cuanto al aspecto más importante que este asunto presentaba: el de la participación. El otro aspecto, el de sí a la independencia de Cataluña ha vuelto a ser masivo. Pero lo significativo es que la gente ya ha dado la espalda decididamente a estas absurdas iniciativas sin sentido y alejados del realismo más elemental: únicamente el 27 por ciento de los censos de esas localidades depositó su opinión. Con lo cual queda bien patente el sentimiento general de la población, que tiene muchas cosas más importantes que hacer y muchos problemas a los que prestar atención y no perder el tiempo con banalidades semejantes. Siete de cada diez ciudadanos pasaron de largo ante la pretendida consulta. Aunque de todos modos, lo que no se entiende y lo que en todo caso no debería ocurrir es la pasividad que está demostrando reiteradamente el Gobierno en este tema, por mucho que se trate de plebiscitos sin la menor legitimidad. Y lo mismo cabe decir de la Generalitat catalana, donde el PSOE mantiene una tibia actitud contemplativa.

Tal pasividad es lo que pese al revolcón, a la falta de interés de los catalanes por estas cuestiones que les plantean algunos partidos, grupos y colectivos, puede que anime a los independentistas que están detrás o delante, a perseverar en su intención de pedir al Parlamento catalán que convoque un referéndum de autodeterminación, algo tan ilegal e irrealizable como lo que pretendió en su momento el defenestrado Ibarreche. Son cosas de los políticos, no de la gente, de unos políticos que aparte de cobrar los buenos sueldos que ellos mismos se ponen, no tienen demasiadas cosas que hacer y aprovechan el torpe caldo de cultivo del disparate autonómico para tratar de medrar aún más.

Cómo será que en Castilla y León los de la UPL dicen ya que estudian convocar un referéndum sobre la autonomía leonesa para romper el marco regional actual. Claro, un nuevo gobiernillo, nuevos cargos y coches oficiales para repartirse entre todos ellos y la buena gente de la calle pagando con sus impuestos, de paganinis, como siempre.