Santa Marta en Valdescorriel. Fiesta mayor y la Asociación Cultural «Santa Marta», de las manos del gran mecenas de su pueblo, promotor y protector del desarrollo de su pueblo Tomás Casado Martínez, recibía la Espiga de Oro, Carlos San Gregorio Pérez, artista que desde los primeros momentos del nacimiento de la Asociación, entregó su pasión de artista y su paleta de pintor a la colaboración y al desarrollo de la obra cultural desarrollada por la Asociación.

Son más de veinte años de una colaboración total, sin reservas y año tras año en la citada fecha, los colores y la luz que en la llanura de Campos crea sabores de artista y almas de poetas. Esa luz que entregaba en la paz de la llanura o junto a la brisa acariciadora del Cea, un ambiente lleno de sugerencias para los artistas que llegaban cargados de color y de esperanza a la exposición, que el primer año se instaló en el pórtico sur de la iglesia parroquial. Esa joya de la arquitectura de la Baja Edad Media con una torre única en Tierra de Campos y un retablo que nos engarza los siglos XV y XVI con espíritu flamenco asentado con gracia y señorío, en estas tierras nobles, secularmente ricas y fecundas en el campo del espíritu.

Carlos San Gregorio ha estado siempre junto a la creación y desarrollo de esa inmensa labor de cultivo de esos valores y hoy, en este año de gracia, cuando el tiempo ya se cuenta por décadas como en los viejos anales de la historia, la espiga dorada por el oro de esos campos y de esa llanura cargada de emoción, de siglos, de nobleza, de aventuras y de votos, se coloca sobre su solapa no menos cargada de valores, de sensibilidad, porque Carlos se entrega con esa elegancia que no admite respuesta, que da con el mismo afecto, sentido y cariño que mueve los pinceles sobre los lienzos, con el mismo calor, la misma seriedad y el mismo sentido, el de convertir su trabajo en una obra de arte.

Cielo azul, ese cielo que Carlos coloca con sentido sobre sus lienzos, un sol radiante de verano y una luz reflejada sobre las tierras calcinadas por ese sol de julio, parecían arder, destacándose las manchas de los palomares que constituyen la nota generosa como símbolo de la llanura, que sigue siendo refugio, esperanza y fuente de inspiración de las letras y de las artes. Por eso y como no podía ser menos Carlos tenía que recibir esa Espiga de Oro en Valdescorriel, de manos de Tomás. En ambos, entrega señorío y fidelidad a los principios. Enhorabuena Carlos.