San Marcial cuya fiesta de su santo es el treinta de junio, celebra sus Fiestas con el Ofertorio como ofrenda a su iglesia y a su santo patrono en la segunda quincena de agosto cuando los sanmarcialinos acuden a cargar sus pilas de afectividad, de encuentros y de recuerdos con sus convecinos para aguantar en las grandes urbes el peso diario de la ausencia y del trabajo. Y es que San Marcial tiene y ofrece una singularidad y es que sus dos hagiotopónimos, San Marcial y Santo Domingo, lo atan de manera muy clara y definida a esa etapa de gloriosa expansión que arranca por estas tierras desde la segunda mitad del siglo XII y todo el siglo XIII, porque junto a su asentamiento se une el haberse convertido en punto de referencia y cruce de cordeles y veredas, lo que hace más interesante aún su evolución y su desarrollo como lo demuestra esa ermita en el arranque de dos de sus caminos y el crucero, que un día volverá a marcar su significado de siempre, con ese dicho tan popular de La Cruz de los Caminos y es que la historia de los pueblos se ha escrito a lo largo de los caminos, lugares de marcha, de encuentros de idas sin regreso y de vueltas cargadas de dolor y de fracasos, pero así es la vida y así es la historia de los pueblos y de la humanidad entera. La semana del 21 al 24, y en una superación constante de año en año San Marcial ha celebrado sus fiestas y el apretado programa de actividades festivas, sin olvidar a los más pequeños, a esa etapa intermedia en la que se ve la niñez sin añoranza y se sueña con cierta prisa por seguir acercándose a la otra etapa, lo deportivo, lo cultural y lo puramente festivo ha sido cuidadosamente elaborado y desarrollado. Las penas han comenzado a tomar cartas en el asunto con eficacia y buen gusto, dándole a las fiestas nota de alegría y distinción que hace más atractivo el conjunto de las actividades. Y el arte no ha estado ajeno a las actividades, porque hemos de recordar que en San Marcial, en ese cruce de caminos de la historia, el arte esa manifestación que ha recorrido embelleciéndonos siempre todos los caminos del ancho mundo se asentó en San Marcial y Coomonte levantó su Santuario dedicado a la creación, al arte, a la belleza, al misterio que encierran las formas. El movimiento o la expresión, como si Mirón, Escopas o Praxíteles hubieran enviado a sus emisarios para ayudar a José Luis. Junto a esa historia de caminos de leyendas y de arte, las fiestas adquieren una dimensión nueva, incorporando a ellas la gastronomía y cada uno de los días de fiesta se ha rematado con una cena popular al estilo de las viejas reuniones populares, comunales, que remataban de manera más corta algún acontecimiento destacado en el lugar. Pero en nuestro caso y en estos tiempos, la abundancia y la generosidad, como así mismo la colaboración, tiene otras dimensiones y otra capacidad y después de la cena y llegada la media noche la fiesta de grupos, de música y de bailes rebajaba las turbulencias digestivas hasta las primeras horas del amanecer. Que al fin y al cabo el mes de agosto es también generoso a la hora de permitir ciertos desmanes nocturnos. Sólo el último día se alteró el orden, porque después de la cena y antes del folclore, se quemó una breve pero bonita serie de fuegos artificiales, que merece una felicitación, la Comisión organizadora y Ayuntamiento, por la presencia en la quema de una Dotación del Parque de Bomberos para evitar posibles sobresaltos. Con esa exhibición, San Marcial entraba definitivamente en la gran corriente de la fiesta, con pólvora es más fiesta, suena y se ve mejor. Después empezó la última verbena popular que la gente joven despidió cuando las primeras luces del día llamaba a capítulo a todos. Se despedían las fiestas y se saludaba al primer día que esperaba a las próximas, siempre en la compañía de San Marcial y Santo Domingo.