No está siendo mal verano en cuestión de incendios forestales, aunque queda por delante todo el mes de septiembre, que, si no enfría y la climatología no es favorable, puede dar al traste con los buenos resultados que se arrastran hasta ahora. De hecho, el final del estío ha sido el tiempo más nefasto en esto de los fuegos en más de una campaña, así que no hay que bajar la guardia hasta que se manifieste el invierno. Pero como el año ha venido un poco soso, sin grandes siniestros, la consejera de Medio Ambiente, María Jesús Ruiz, parece que se ha propuesto calentar el patio con algunas declaraciones polémicas, no sé si poco meditadas e impetuosas, en algún caso, y en otros totalmente intencionadas, procurando echar balones fuera, porque aquí se hace política mezquina incluso con las llamas, aunque pregonen lo contrario y se llenen la boca con eso de la "colaboración y cooperación" entre administraciones. En superficie, a la altura que está a los ojos de la ciudadanía, la apariencia es que todo marcha sobre ruedas, que el sistema es una máquina perfecta y los maquinistas son un dechado de virtudes; pero por debajo gana el juego sucio y no paran de darse patadas en las canillas.

Que la mayoría de los incendios son intencionados lo sabe hasta la impulsiva consejera, autoría criminal que nos indigna a casi todos, pero la indignación no debería llevar a los responsables políticos a proferir inconveniencias o a realizar acusaciones gratuitas, como parece que ha hecho la señora Ruiz al atribuir los fuegos de Vegalatrave a los ganaderos de la zona ("un problema de pastos"). Y no es que éstos se hayan quejado de tal imputación, sino que el propio delegado de la Junta en Zamora ha venido a desautorizar -quizá sin proponérselo, pero le pasarán factura- a la señora consejera: el origen de los fuegos de Vegalatrave «apunta con toda probabilidad a intereses cinegéticos». O sea, a los cazadores, que es lo que decían sin tapujos los ganaderos incriminados por la responsable de Medio Ambiente. Y por ahí van las pesquisas de las Brigadas de Investigación de Incendios Forestales -a las órdenes de la Junta- y de la Guardia Civil, dependiente del Gobierno, en una investigación conjunta.

Lo de las obligaciones, las parcelitas de cada cual y lo que unos hacen y otros dejan de hacer es la otra madre del cordero que la consejera Ruiz ha querido sacar una vez más a la palestra, para animarse a sí misma al regreso de vacaciones. Esto de los incendios forestales es una competencia clara que depende del Gobierno regional y una de las primeras, hace ya decenios, que fue transferida a las autonomías. Pero el Gobierno central no puede inhibirse en un asunto de esta envergadura, de manera que colabora con aviones, con otros medios del Ministerio del Medio Rural y hasta con la Unidad Militar de Emergencias creada por decisión de Rodríguez Zapatero. Y desde siempre y en todo tiempo, con la polifacética y omnipresente Guardia Civil. Y ahí es donde la consejera ha vuelto a meter la puya, al exigir más vigilancia y más efectivos de la Benemérita para que se detenga a los pirómanos, "competencia que corresponde al Gobierno y no a la Junta", remarcó. Tratar de proyectar la impotencia propia en el otro no es nuevo, ya digo, pero esta vez la maniobra ha enfadado al delegado del Gobierno, que ha pedido a la consejera lealtad y que no siembre dudas innecesarias. Y es que ya bastante liado está todo, que no se crean que no nos damos cuenta de cómo se intentan robar los planos de cámara, de los codazos que se arrean para salir en la foto, de cómo unos quieren mandar y los otros se resisten o de cómo se ningunean mutuamente hasta en la información que facilitan. Guerras pueriles, todas. Lo que quiere el personal es que no haya incendios y, si los hay, que los apaguen con eficacia y santas pascuas.