Baltasar Lobo, el insigne artista zamorano de Cerecinos de Campos fallecido en París en 1993, figura señera de las vanguardias escultóricas del siglo XX que dará nombre al museo de arte contemporáneo que el prestigioso arquitecto Rafael Moneo proyecta en dependencias del Castillo de Zamora, vuelve a la máxima actualidad local y nacional. Una pequeña obra del escultor de Cerecinos, "Elan", aportada por una galería catalana, se registró, con 140.000 euros, como la obra más cara de las realizadas por artistas castellano-leoneses en la reciente edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO-08). Por otra parte, varias esculturas del autor zamorano se muestran durante las últimas semanas en distintas calles de Sevilla, parada actual de un recorrido itinerante que permaneció hasta mediados de enero en Valladolid, en el entono de la plaza de Zorrilla, y que continuará en los próximos meses al aire libre en otras ciudades destacadas, como Madrid y Lisboa. La muestra, patrocinada por Caja Duero y organizada por la conocida marchante María Porto, consta de 16 obras que proceden en su mayor parte de colecciones particulares de Estados Unidos, Italia y España, y cuyo valor total se estima en más de 2 millones de euros.

Desde hace varios años, los zamoranos -y los turistas que visitan la capital zamorana- tienen la oportunidad de contemplar parte de la obra de Lobo que permanece expuesta, de manera provisional, en la iglesia de San Esteban. Este templo románico alberga 33 esculturas, 18 dibujos y numerosos documentos sobre el artista. Ocurre que los horarios de apertura de la muestra son reducidos (domingos y festivos sólo se puede visitar el museo en horario de mañana), lo cual no favorece un mejor conocimiento de la obra de este autor zamorano, buena parte de la cual fue adquirida por el Ayuntamiento de la capital para el disfrute del pueblo de Zamora.

El PSOE de la capital acaba de proponer la selección de una veintena de esculturas de Lobo que formarían parte de un itinerario artístico entre la plaza de la Marina y el Castillo. La alcaldesa de Zamora, Rosa Valdeón, aseguró la pasada semana, durante una reciente visita de Rafael Moneo al Castillo de Zamora, que «Lobo debe de estar en la calle», iniciativa que cobra vigencia a raíz de la exposición itinerante de la obra del escultor zamorano en Valladolid y Sevilla.

Lo cierto es que resulta sonrojante que parte de la obra escultórica de Lobo que permanece en manos privadas se pasee, con notable éxito, por la Península Ibérica, y el legado del autor que alberga Zamora se encuentre recluido en una pequeña iglesia y en un almacén. Por ese motivo es necesario que el Ayuntamiento de la capital recoja el guante lanzado por los socialistas y decida de una vez por todas, de acuerdo con los miembros de la Fundación Baltasar Lobo, en la que está representada la familia del escultor, que parte de la obra del artista de Cerecinos se muestre en espacios públicos de la ciudad, para disfrute de zamoranos y visitantes.

Que las obras de construcción del museo de Baltasar Lobo vayan a sufrir un nuevo retraso a causa de los interesantes hallazgos arqueológicos que están apareciendo en el Castillo, y que obligarán a Moneo a modificar su propuesta arquitectónica, no hacen sino ratificar la necesidad de que los zamoranos puedan disfrutar cuanto antes de la obra de uno de sus artistas más relevantes. Y qué mejor lugar que la calle para popularizar el destacado trabajo de este escultor, que puso el nombre de Zamora en lo más alto de las vanguardias artísticas de mediados del siglo XX. La obra de Lobo, eslabón necesario, como reconocen los estudiosos de este artista, para entender la transformación de la escultura moderna en su tránsito desde la figuración al informalismo, tiene en su universalidad la seña que mejor la identifica y esa universalidad no puede permanecer ni un día más almacenada.

En cuanto que escenario de la vida social, la calle es lugar idóneo para exponer las piezas más monumentales de Lobo. Al contrario que las galerías y los museos, que imponen su lógica de consumo, la calle facilita que el arte despliegue su razón como producto de comunicación. La obra de Lobo, que a los zamoranos nos impresiona e impacta, cambiaría el aspecto de lugares singulares de la capital e invitaría al viandante a la contemplación y a la reflexión. Qué mejor destino para la obra de un autor comprometido socialmente con su tiempo que espacios destacados de Zamora, donde las esculturas, en pleno diálogo con el ciudadano y con el turista, cumplirían una función que va más allá del arte en sí mismo. La calle acerca el arte a todo tipo de público. A su vez, el arte en la calle modifica el paisaje cotidiano y ayuda a establecer una fuerte empatía con aquellos que lo contemplan.

De igual forma que el futuro Museo de Lobo, si se plantea con vocación de muestrario vivo de arte contemporáneo, es perfectamente compatible con la recuperación y puesta en valor de los elementos hallados en las excavaciones arqueológicas realizadas en el Castillo, también la presencia de la obra de Lobo en la calle no ofrece incompatibilidad alguna con la muestra de este autor que se mantiene abierta en la iglesia de San Esteban. El Ayuntamiento de Zamora tiene una ocasión óptima en este momento para dar a conocer lo mejor de la obra del escultor de Cerecinos y para añadir un nuevo atractivo al entramado urbano de la capital de la provincia como apoyo al proceso de peatonalización del casco antiguo.