Su muerte me ha causado una profunda pena. Un triste desasosiego. Desazón. No es que la noticia fuera una sorpresa para mí: Ella era una mujer mayor y había estado muy malita, pero eso no calma la angustia del adiós. La edad no es un calmante que alivie el dolor cuando el que se va es un ser muy querido. Sobre todo para sus derrumbados hijos.

Me dicen que al final ya no tenía muchas ganas de vivir, que estaba cansada. No es extraño. Había sido una mujer muy luchadora y había cumplido su misión. Vio a todos sus hijos y nietos queridos y respetados. Era suficiente para ella. Podía irse orgullosa del trabajo realizado como madre.

Ha muerto Margarita "la de Panchito". Era una institución grande en Sanabria. La primera casa en el Parque Natural era la suya: Casa Panchito. Allí se ha cocido desde hace cien años la historia de Sanabria. Desde los primeros zamoranos que hollaron nuestras tierras hasta los que llegaron antes de ayer. Desde los que compraban unas argollas a los que se alojan en un moderno hotel.

Cuando alguien al que has conocido y querido durante siglos nos deja, deja como un surco hondo de pena en nuestras vidas. Ya nada volverá a ser lo mismo. Ya nadie te dirá nada cuando vayas a comprar este diario. Cuando alguien que has relacionado con tu vida se va deja un vacío lleno de dolor muy grande.

No hace tanto la veía allí, sentada en su sillita en el estanco de su hija. O en una mesa en el bar de su hijo. Siempre tenía una palabra amable en la boca. Siempre una preocupación por lo tuyo: "¿y tu madre qué tal marcha hijo?". Nunca la abandonó la cabeza de sedoso pelo blanco tan inmaculado. Siempre sabía lo que tenía que decir y a quién se lo decía.

Ella siempre estaba bien. Jamás se quejaba. Por su sonrisa eterna se diría que fue una mujer que nunca padeció el más mínimo resfriado. Y es que era sanabresa de las de antes, sufrida, recia, dura. A mí me recordaba a mi abuela Manuela, otra "tabernera" sanabresa recia que siempre tenía buena cara para el transeúnte.

Sé que hoy El Puente es un poco menos. Las personas que lo hicieron grande eran sus columnas, sus pilares y cuando van cayendo el edificio también se tambalea. Cuánta gente grande de nuestra Sanabria se nos está yendo. Qué huérfanos de nuestros mayores nos quedamos.

Margarita siempre fue una mujer generosa. Hasta para diseñar su final lo fue. Quizás debió de irse hace un par de meses porque estuvo muy malita, pero no. Aguantó. Se propuso estar estas navidades con sus hijos. Quería darles esa postrer alegría. Y lo hizo. Fue su último acto de amor.

Sé que la echaremos de menos. Todos. Yo porque de siempre tuve un gran aprecio y cariño por sus hijos, por ella misma. Ella lo sabía y quizás por eso siempre me dedicaba unas palabras llenas de simpatía.

Mala manera de empezar el nuevo año. Triste modo. Mi cariño y profundo abrazo para Manolo, Pili y Carlos. Saben que lo siento de corazón. Aunque sea ley de vida.