En verdad os digo que da miedo ir a la plaza. Y no necesito ser torera. Basta con que coja el carrito de la compra y me persone en el mercado de abastos para comprobar cómo la realidad hace polvo los argumentos del ministro Solbes y demás compañeros de escuadra gubernamental. Mientras ellos pensaban en darse el atracón navideño a base de cordero, pollo, ternera y otras carnes prohibitivas, a nosotros, insumisos gobernados, nos recomendaban poner conejo si no en nuestra vida sí en nuestra dieta diaria, porque salvo que se sea vegetariano, algo de carne hay que comer para equilibrar la cosa.

Pues bien, el pasado sábado pude comprobar en mi propia faltriquera algo tan desagradable como una nueva subida, una subida inesperada, una subida que no ha sido anunciada, una subida de la que nadie nos ha dicho nada, excepción hecha de mi proveedor, el señor Félix San José, que es hombre honrado donde los haya y que me lo comentó sin ambages. Señoras, señores, fundamentalmente las primeras sobre todo si son amas de casa, sepan que el conejo ha subido. Puede que también el de la Loles, si todo sigue su curso ascendente, pero es que el de granja cuesta sesenta y tantos céntimos de euro más, desde primeros de año. Y el ministro Solbes sin enterarse.

Los que hicieron caso a las consejas del Gobierno patrio y le dieron más de lo debido al conejo han hecho lo que el ministro del ramo no previó: a más demanda e igual oferta, se ha producido un subidón que da al traste con las previsiones gubernamentales. No sólo de conejo vive el hombre, aunque a alguno que otro tampoco le importaría mucho, de ahí que se deba dar salida al resto de carnes, pero es que el resto de carnes están por las nubes, como durante la Navidad o puede que un poquito más. Fueron tantos los que le llevaron la contra al Gobierno que todos hemos salido perjudicados, los que le hicieron caso y los que no le hicimos.

A ver qué nos dicen ahora, cuando ni filetes de ternera, ni pollo en pepitoria, ni conejo en pisto, ni cordero asado. Con lo que a los españoles nos gusta darle al papo, con lo bien que se come por estas y otras latitudes patrias, ¿quién es el guapo que cambia hábitos y costumbres tan placenteras? ¿Que engordan?, sabido es que lo que no mata engorda, pero sin embargo constituye ese placer que no es dado a todos los ciudadanos del mundo y no hablo de los que desgraciadamente no comen porque no tienen nada que llevarse a la boca, sino de los que no saben comer porque no tienen la necesaria cultura gastronómica y hacen de la comida basura el pan suyo de cada día. Pero es que al paso que vamos nos están abocando a lo mismo, a la comida basura, al burguer, a los chinos y a todo ese marasmo internacional que nada aporta a la culinaria entendida como se entiende en España.

Ahora que todo ha vuelto a la normalidad, los edecanes del señor Solbes le habrán informado ya de la subida del conejo. Como para dimitir, oiga. Se llevará un disgusto de muerte, sobre todo porque hizo verdadero hincapié en su consumo sin percatarse de la repercusión que una demanda abusiva podría tener. Y eso que fuimos mayoría los insumisos, entre ellos una mayoría socialista aplastante. Así que al nuevo importe del gas, del teléfono, de la luz, de los sellos de correos, del café en el bar y de tantas subidas anunciadas y sin anunciar, la cosa ha tenido efecto dominó, hay que añadir la del conejo. Y mire que el presidente Rodríguez prohibió el uso de tacones, precisamente para evitar lo que ha sido inevitable, la subida, o por lo menos eso me contó en un mensaje mi amigo Oscar Somoza. Sin embargo, ahí lo tiene usted, atraídos por todo lo prohibido, que es justo lo que tiene misterio, lo que encandila, entre gobierno y gobernados se ha conseguido el más difícil todavía, que suba el conejo. En los putiferios también.