Se acabó la desmesura navideña, la concentración brutal de almas y vehículos en los centros comerciales, el trajín de bolsas paseando por Santa Clara, la aglomeración de hambrientos y sedientos en los bares de chateo, los excesos inhumanos a que hemos sometido a los estómagos, la alegría irreflexiva con la que utilizamos la Visa estos días, los menús hipercalóricos y el brindar con alcohol por cualquier cosa, el ambiente festivo de la calle y las lucecitas de colores, la falta de obligaciones respecto al trabajo y al colegio, el quedarse en la cama hasta las doce, las caras de felicidad artificial y un poco forzada, la ilusión tonta de hacernos ricos con las loterías especiales, la locura insufrible de los niños corriendo por la casa y rompiendo figuritas...

Se acabó la alucinación colectiva y la feria consumista en que hemos convertido (han convertido y nosotros lo hemos aceptado sumisos como corderitos) la celebración más importante de la principal confesión religiosa. Y este año, con un día lunes de propina. La vuelta a la rutina, a la cruda realidad diaria, es siempre cruel y dolorosa. Menos mal que hoy empiezan las rebajas.

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A la normalidad, que no a la rutina, han vuelto enseguida algunas asociaciones de vecinos, a las que tanta celebración no han alejado de sus obligaciones y de intentar resolver los problemas que acucian a los barrios. Se quejan los de La Horta de que sus calles se han convertido en "el aparcamiento de Zamora", que hay sitio para 370 coches y estos días se han visto invadidos por más de mil vehículos, de manera que les han ocupado hasta las aceras, tan nuevas y arregladas ellas, sin que la grúa municipal ponga un poco de orden. Se quejan también los vecinos de San José Obrero,

que han recogido mil o dos mil firmas ciudadanas para exigir que les arreglen de una vez los badenes de La Morana y de la avenida de Galicia, porque los coches ya van por los arcenes para evitar los agujeros, y eso tiene un riesgo serio. Y se quejan otra vez los ciudadanos de Los Bloques por la falta de parques de recreo y jardines, que los dos que existen son un poco ridículos y hasta peligrosos para el niñerío, por lo que solicitan a la Diputación que abra al uso vecinal el parque del colegio del Tránsito, hoy ocioso y vallado. Y también vuelven a lo suyo los vendedores ambulantes, que reclaman salir ya del aparcamiento del Ruta de la Plata. ¿Pero a dónde van? Hay quienes lo tienen más claro que otros. La víspera de Reyes, una señora de San Lázaro me para en la calle y me espeta:

"Tú eres Antón, ¿no?, el que defiende el mercadillo. Pues que lo pongan en la puerta de tu casa". Y se marchó más ancha que larga.

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A la realidad, o sea, a la intranquilidad y el desasosiego de gobernar en minoría, ha vuelto ya la alcaldesa de Zamora, a quien la oposición socialista no le ha dado ni el respiro navideño. Primero, sugiriendo que si Rosa Valdeón no pita, que ceda la Alcaldía a Martínez Maíllo, quien por lo visto todo lo hace bien y es la solución del PP para enderezar los desatinos. Y, después, amagando con una moción de censura, o sea, con reactivar la opción del gobierno tripartito que no fraguó el año pasado por las profundas dudas de Mateos. Pero como éste recién estrenado 2008 es bisiesto...