Días pasados se cumplieron los veinticinco años de una célebre y siempre recordada Exposición Internacional sobre Papiroflexia o Cocotología, en la Casa de Cultura. Aquella exposición marcó un hito, no sólo en la historia de las exposiciones de este Centro Cultural sino porque en ella, además de la presencia de centenares de formas, de modelos, de imágenes y de expertos de todo el mundo, las figuras en las que la imaginación, la habilidad creadora y la elegancia junto a la belleza dejaban muestras muy claras de esa rica especialidad que ha tenido desde simples aficionados y enamorados a seguidores de categoría universal.

El lejano Oriente, pabellón distinguido de este mundo del papel con sus ricas variedades de tipos, formas y hasta colores, también estuvo presente, pero que llegara hasta Zamora esa exposición se debió a la presencia entre nosotros de un maestro, maestro de escuela, pero además auténtico maestro en este atrayente ejercicio de doblar papel, con su imaginación y su sensibilidad: Luis Fernández Pérez, quien hizo posible aquella magna exposición, como consecuencia de sus fluidas relaciones con relevantes personalidades del mundo de la papiroflexia de dentro y de fuera de España. Fernández Pérez fue creador de cerca de un centenar de creaciones propias, y tuvo presencia activa en toda clase de exposiciones y manifestaciones de este tipo, hasta el punto de que no sólo dentro de nuestra patria, sino fuera, se le considerara entre los diez mejores de este singular arte en todo el mundo, porque sencilla y llanamente consigue con toda claridad y perfección las más diversas figuras conservando sus volúmenes, sus proporciones y hasta su elegancia.

Animales, de toda clase y especie, la figura humana en todas sus actitudes e indumentarias, la flora más singular y atractiva, junto al uso de papeles, campo en el que la industria ha colaborado hasta el punto de conseguir magníficas creaciones que estos sabios del doblez encajan en cada figura y en cada momento con un acierto y una gracia verdaderamente únicas. Aquí se manifiesta el sentido del artista, o del genio, mitad visionario, porque ver a través del papel y del doblez los aspectos para conseguir la obra definitiva necesita un sinfín de aptitudes, además de la habilidad de saber doblar.

Desde la célebre pajarita y el barco que todos aprendimos de niños en la escuela a la genialidad de figuras y de formas perfectamente identificables por sus proporciones, volúmenes y significado, se ha recorrido un largo camino que ha despertado el ingenio, la habilidad y el entusiasmo además de haber asegurado un desarrollo de la atención, que no está nada mal cuando el ambiente de nuestros días y de esta época dispersa la atención de nuestros escolares y les distrae, alterando hasta psicológicamente el crecimiento y el desarrollo de una atención tan frágil como inestable y veleidosa ante tanto estímulo exterior, mermándole la posibilidad de alcanzar y conseguir una estabilidad emocional que les permita seguir con más rigor las asperezas de esos conocimientos áridos que con tanta frecuencia se resisten a las mejores disposiciones del niño e incluso del adolescente.

Recordando aquella célebre exposición internacional, y las experiencias que se realizaron en algunos colegios como actividad recreativa totalmente secundaria, que fue muy bien acogida, incorporar la papiroflexia como tal actividad recreativa contribuirá a la educación y formación de una atención dispersa por la abundancia de estímulos, no siempre positivos. Un papel y un doblez, como una mirada o una sonrisa, pueden resultar una hermosa lección.