Es noticia que los colores son también colaboradores en la tarea nacional del reciclaje que, de algún modo, trabajan en favor de la regeneración del medio ambiente. En muchos lugares de la Comunidad unos contenedores esperan la materia que pueda ser reciclada. Los contenedores son como una vidriera urbana: el uno, verde, el otro, amarillo, azul, el tercero. Sus colores los hacen independientes, cada uno para lo suyo, pero les dotan de una fuerza atractiva. El color sigue a la función y está siempre asociado a la vida. Así, estos contenedores urbanos iluminan el feliz acontecimiento del natalicio de los residuos e ilustran nuevos cartones para el dibujo de la creación. Son como vidrieras urbanas que pregonan la armonía cromática de la ciudad evocando con el verde la primavera floral y, con el azul y el amarillo, la vida civil del juglar, del monje o del cazador, así como los azares de los animales salvajes que fueron en el principio. Son los temas de las vidrieras que utilizaron estos mismos colores, tal como se ven en un códice del siglo XIII que se encuentra en El Escorial. En las vidrieras de la catedral de León se asiste gratis al espectáculo de los colores que magnifican las flores y los frutos de la vida.

Con esos mismos colores he visto, a dos kilómetros de Venecia, donde se ve el silencio, como decía Sartre, en Murano, fábrica del cristal en la que el agua se hace luz, y creo que esa vibración luminosa hubiera podido fabricarse, a imitación del mosaico bizantino de la Basílica de San Donato, y ésa hubiera sido la cuna del reciclaje y urna cineraria de los cristales de la óptica donde modelan las gafas de diseño con silíceo coloreado en verde por el óxido de hierro, que sirve para emular los destellos de una esmeralda, una amatista o un zafiro o para embotellar agua mineral.

La prosapia luminosa del color ha sido tema de todos los tiempos. Refiriéndose al judío Spinoza, Borges escribía sobre el prisma del cristal y llamaba al álgebra palacio de cristales.

Salvemos, pues, con los colores los vertederos, que son como cementerios, al humilde botellón. En el libro de Job se lee que el hombre ignora el valor de la sabiduría; no la igualaría al del oro ni al del vidrio. Yo creo, por eso, que los contenedores son símbolos de la vida renacida porque volver a nacer es lo que todos anhelamos, es decir, transformar el invierno en primavera, la ceniza en flor y el caos en geometría. La vida sigue igual, como ya lo cantara Julio Iglesias, y la cultura de la tecnología hace del residuo, despojo de la muerte, vida nueva, algo que nace.

Y reciclando trabajamos también por el medio ambiente, esa empresa nacional de nuestro tiempo, porque el reciclaje es una alegoría de la creación.

Con el "Fiat lux" fue modelado el primer contenedor cuando todavía no se había inventado el contenedor, porque no había residuos.

El primer parque urbano fue el paraíso terrenal y con los residuos reciclados ha vuelto a nacer una nueva estética, la belleza doméstica de la nueva vida, porque el verde no está sólo para iluminar una vidriera, ni para el calendario de las vestimentas litúrgicas, ni el amarillo para los semáforos en el tránsito al más allá, ni el azul para la moneda o el documento sino para representar nuestro destino en la comedia de la vida.