Almeida ha sido siempre una referencia en la historia de ese Sayago cargado de contradicciones. La situación de Almeida ya estuvo presente en las rutas trazadas por Roma y su topónimo nos lo traduce don Miguel Asín Palacios dentro del vocabulario árabe como otero o meseta. También aparece citada en una crónica anónima del siglo XI, en la que se narran las conquistas de Tarik, año 93 de la Hégira. El general moro, después de ocupar Toledo y dejar parte de sus tropas, se dirige a Guadalajara, posteriormente hacia la sierra y ocupa Almeida, que se traduce por mesa. Según la aludida crónica recibió ese nombre por haberse encontrado en ella la célebre Mesa de Salomón, hijo del rey David compuesta de 365 bordes y pies de esmeralda verde. El ejército musulmán ocupó después la ciudad de Anaya donde encontró fabulosas riquezas y regresó a Córdoba.

Almeida, Mesa, Meseta u Otero ha tenido siempre una gran actividad. Ahí están los testimonios y los recuerdos: desde la molinería al corcho, aglutinando a su alrededor todo un potencial comarcal, sobradamente demostrado. Allí nació la primera Feria Laboral, si así podemos llamarla. En las puertas del verano, en torno a San Juan, criados, segadores, mozos de labranza y un sinfín de puestos de trabajo se ofrecían para ser contratados.

En el suelo de Almeida, entre las entrañas graníticas, brota un rico manantial de agua mineral con poderes curativos, que ya aparece citada y estudiada en trabajos científicos muy antiguos. Basta echar un vistazo a las "Memorias Geológicas de la provincia de Zamora" de don Gabriel Puig y Larraz para encontrarnos, allá por la segunda mitad del siglo XIX claras referencias sobre ese célebre manantial conocido por el Hervidero de San Vicente, lugar seguramente utilizado desde la prehistoria.

De todo el censo de manantiales de aguas mineromedicinales que hoy se conocen, más del ochenta por ciento fueron conocidos y explotados por Roma, y también el hoy conocido Hervidero de San Vicente.

Durante casi todo el siglo XIX se aprovecharon las aguas de Almeida y su uso se generalizó en la segunda mitad de ese siglo, cuando alcanzaron categoría médica de primer orden. Los balnearios se generalizaron y se convirtieron en centro de encuentro. En la segunda mitad del siglo XIX marcaron la vida y la actividad política de más de media Europa.

La publicidad del balneario de Almeida aparece en le prensa local desde el siglo XIX hasta el XX. Y otro tanto ocurre con los centros de Bouzas y Calabor.

Fue una época dorada para esos establecimientos en los que tanta comedia se gestó y tanta vida social se desarrolló. Hemos leído con atención la recuperación del Hervidero de San Vicente. Almeida recupera un eslabón de la cadena, de la rica cadena de inquietudes que ha formado parte de su vida y de su personalidad. Lo celebramos, a la vez que poder recordar con este motivo a mi maestra doña Natividad Ramos y la célebre Posada de La Nena, donde pasé el verano de 1938. El balneario, entonces, estaba abierto.