Los juegos de Londres dijeron adiós. Quedaron las estrellas deportivas, Bolt y Phelps, otras menos mediáticas pero igual de sobresalientes; y el papel de España, que, finalmente, dejó medianamente satisfecho al mundo deportivo. Pero todo empezó con la gala inaugural, dirigida por Danny Boyle, donde se presentó una parte de la historia británica. En la segunda entrega, la clausura celebrada anteayer, en Stratford, la organización decidió meter Londres en el Estadio Olímpico: una maqueta recreaba la ciudad y sus postales en la instalación central del atletismo. Se vio el Big Ben, que a golpe de campanadas anunció el show; la noria, el puente de la torre, el Albert Hall y un sinfín de imágenes más de la capital inglesa. Pero todo ello, absolutamente todo, estuvo salpicado por la música británica, una parte de la cultura que controlan con amplitud, especialmente la parte pop, aunque también plasmaron a algunos de sus maestros de clásica.

Tanto en el inicio de los Juegos como en la despedida sus estrellas del pop/rock fueron fundamentales. No estaban todos los que son, pero los que acudieron o sonaron representan muy mucho a esa cultura que los británicos han expandido por todo el mundo desde mediados del pasado siglo. Por lo que nada mejor para definir estos dos espectáculos como un viejo vinilo (podría ser un iPod con una larga lista de reproducción) con su dos caras, la A y la B.

Cara A: (apertura de Danny Boyle). La gala reflejó la historia reciente del Reino Unido desde la campiña a la revolución industrial. Se montó una espectacular banda sonora, que luego salió a la venta. Además realzaron la gala las apariciones de Mr. Bean, Bond y la mismísima reina de Inglaterra. La estrella de la música fue Paul McCartney, con su «Hey, Jude»

Cara B: (clausura de Kim Gavin). Londres dentro del Estadio Olímpico. Las postales que todo turista que se precie de serlo hace con su cámara. Así, pues, estaba Londres dentro rodeado de la Union Jack. Las campanadas del Big Ben daban orden de atención, mientras asomaba de la torres el actor Timothy Spall, con un guiño a Churchill. Desde ese lugar se vislumbraba todo Londres en miniatura, en esa fase del espectáculo forrado de papel de periódicos con titulares que reproducían frases de su grandes autores.

La música del día. La gran baza de ambas ceremonias. Los británicos manejan la cultura pop como nadie y tiran de ello sin cortarse. Se trata de revisar cincuenta años o más de su música y ahí se mezcló desde la reaparición de «Spice Girls», que lo hicieron en los taxis típicos (cabs) y arrancando con su primer éxito, a Fatboy Slim, chico rebelde de la escena que en su día tuvo mucho protagonismo en la banda sonora del filme «Moulin Rouge». Por el contrario, tuvo un especial protagonismo, en las dos galas Emile Sandé, que son las buenas formas y la voz de la calma. Aunque se revolucionó un tanto ese tramo de la clausura con los «Madness», con su presencia siempre llamativa y su éxito. Y, puestos a no cortarse, a hacer patria y respetar a los suyos, hubo un homenaje «disco» a los Los «Bee Gees», con Taio Cruz , Tinie Tempah y Jessie J. Y por ahí aparecieron otros rebeldes como Liam Gallagher, el 50% de «Oasis», uno de los grandes símbolos del pop/rock británico de los noventa. Curioso. También apareció en esta ola George Michael y en la despedida «Take That». O la gran Annie Lennox montada en un barco.

Las modelos. Alargando la cultura pop hubo diversos guiños, no sólo vía musical. También con diseños, pinturas, dibujos y un pase de modelos espectacular protagonizado por Kate Moss liderando el paseo.

Las viejas glorias. Momento emotivo por encima de todo fue la interpretación de «Imagine» por un coro, con la imagen de Lennon en pantalla. Luego tuvo otra pizca hortera cuando quedó silueteada su cara en el estadio. El homenaje a Freddie Mercury y los «Queen», presentes con Brian May al frente, fue otro gran momento y los distintos guiños a «The Who», que cerraron Townshend y Daltrey evocando el clásico «My Generation». Por su puesto, a lo largo de la ceremonia sonaron varias canciones de «The Beatles» y también hubo un homenaje a Bowie.

«La vida de Brian». El punto de humor británico. El más fino humor de la obra maestra del cine, «La vida de Brian». Todos cantaron y silbaron.

La ausencia. Como en la lotería, todo el mundo esperó a que saliera el gordo, pero no salió. Las redes sociales y otros medios de comunicación daban a los «Rolling Stones» como posibles estrellas de la clausura. No fue así. Eso sí, sirvió para que mucha gente esperara hasta el final por si aparecían Mick Jagger y los muchachos.