La otra mañana me llamó la atención lo obvio. Es decir, alguien, en julio, en su puesto de trabajo, esperando las vacaciones, supongo, en agosto. O sea, el mes raso, el mes de precepto legal -sin entrar en otras consideraciones-. Las estrellas de la mañana y de la noche hace algunos días que se apartaron de los focos dejando en su lugar a gente de su equipo, a "los segundones". Ni está Susana Griso ni está Ana Rosa Quintana, ni por supuesto la otra dama de la mañana, don Antonio García Ferreras, ni las vedetes de las noches, ni el El Gran Wyoming ni Pablo Motos. Mientras desayunaba, en vez de pasar veloz por La 1, como suelo hacer porque apenas hay asuntos que me llamen la atención, algo me retuvo en 'La mañana'. Secuestros virtuales, se leía en el titular, una frase que forma parte de un lío de compartimentos con imágenes del estudio, de la posible conexión en directo, y del que espera su turno para entrar en otra conexión. No me extraña que las personas mayores no sepan descifrar el galimatías visual.

La policía acaba de detener a dos delincuentes que forman parte de una banda dedicada a la extorsión. Te llaman por teléfono, te dicen que tienen retenido a tu hijo, te piden una cantidad de dinero, te lían, y hay quien acaba enviando el dinero, en el caso tratado, a Chile. Lola y Carmen cuentan su dramática experiencia. La historia me atrapa. Pero lo que de verdad me llama la atención es ver en su puesto de trabajo a la presentadora de cabecera del programa, a María Casado. La hacía de vacaciones, de vacaciones largas, de un par de meses, como las que se tomaba la divina abstrusa Mariló Montero. Pero no, María Casado estaba en su sitio, trabajando, esperando que llegara agosto.